LA TÚNICA DE LINO FINO
23 September 2020

LA TÚNICA DE LINO FINO

Palabras de consuelo para mi iglesia en refugio

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“Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo.”

Juan 19. 23


Como vimos en la anterior oportunidad, Dios había mandado por intermedio de Moisés, que expertos confeccionistas elaboraran para los levitas, una serie de prendas consagradas, dentro de las cuales hablamos de un grupo básico, denominadas “vestiduras blancas”, de las que hacían parte: La túnica, los pantalones, el turbante y el cinto; elementos que debían ser usados por todos los levitas. Y así fue como en la pasada entrega nos detuvimos a analizar el simbolismo de los pantalones, o calzoncillos de lino torcido, que representaban la pureza y el decoro que los levitas debían guardar en su aproximación al Señor.


Pero hoy, siguiendo entonces nuestra travesía anatómica en orden de adentro hacia afuera, hablaremos de otra de aquellas prendas: La túnica de lino fino.


Estas túnicas, con frecuencia tejidas en una sola pieza, sin costuras desde el cuello hasta los pies, eran una verdadera obra artística, fabricadas por personas especialmente dotadas por Dios para adornar con ellas de “honra y hermosura” los cuerpos de los levitas; mismos atributos que vistieron a nuestro Señor, de quien nos cuentan las Escrituras que: “Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús (…) Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será” (Juan 19. 23-24); cruel sorteo que nos permite evidenciar al menos dos cosas.


La primera, es que Dios, en relación al cumplimiento de su propia Palabra, tiene el más fino cuidado de guardar cada detalle, pues ya en el Salmo 22, casi 1000 años antes de la cruz, David había profetizado, diciendo: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” (Salmos 22. 18). Bien habrían los soldados haber podido rasgar y desechar aquella ropa, que para aquel momento ya estaría deteriorada por causa del transporte a hombros de la cruz, y manchada por la sangre proveniente de los latigazos en el cuerpo de Cristo; pero aquí vemos como Dios es capaz de usar, incluso a sus enemigos, en el cumplimiento cabal de Sus promesas.


Pero lo segundo que podemos observar, es que, aquellos mismos atuendos que para los levitas fueron símbolo de “honra y hermosura”, al Hijo de Dios le fueron despojados mientras colgaba en la cruenta cruz, alcanzando a los ojos de los hombres más valor su túnica deteriorada y manchada, que Su propia Divina persona.


De esta manera, podemos ver en esta túnica de lino fino la honra y hermosura de las cuales el Señor mismo aceptó desde la eternidad pasada ser desprovisto, para cumplir en sí mismo la profecía de aquel Cordero que vendría a salvar a muchos de la condenación eterna, lavando los ropajes de Su pueblo amado por medio de Su sangre, para vestirlos así de Su incorruptible honra y hermosura, dándoles con ello entrada a hacer parte de esa gran multitud celestial “la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas” (Apocalipsis 7. 9) sirviéndole de día y de noche, totalmente ajenos de toda hambre y sed “porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de agua de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7. 17).