EL TABERNÁCULO Y LA NAVIDAD
17 September 2020

EL TABERNÁCULO Y LA NAVIDAD

Palabras de consuelo para mi iglesia en refugio

About

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”

Lucas 2. 7


En nuestra reflexión anterior, finalizamos lo que sería nuestra travesía de Aarón y los levitas a través del tabernáculo de reunión, pasando, de afuera hacia adentro, en primer instancia por el atrio o patio externo, donde encontraríamos en su orden el altar de los sacrificios que simbolizaba el justo juicio, seguido por el lavatorio que simbolizaba la pureza, siendo necesario luego cruzar el primer velo para abrirnos paso hacia el lugar santo, donde hallaríamos tres muebles: La mesa de los panes de la proposición que simbolizaban la continua provisión y cuidado físico de Dios; el candelero dorado que representaba la luz de la revelación de Dios; y un tercer mueble, el altar de incienso, localizado ya en lo profundo del lugar santo, muy cerca del segundo velo, y que simbolizaba las oraciones de los santos.


Y así fue como terminamos bajo los ojos de Aarón, Sumo Sacerdote, cruzando el segundo velo para acceder al lugar santísimo en el día anual de la Expiación, en donde encontraríamos el arca del pacto en cuyo interior se alojaban tres elementos: Las tablas de la Ley, que nos recuerdan la Ley que día a día quebrantamos y cuyo propósito no es el de salvarnos sino el de guiarnos a buscar con urgencia a un Salvador; un segundo elemento consistente en la vara de Aarón que reverdeció, y que simbolizaba la realidad de que Dios eligió soberana y exclusivamente a Cristo como ese gran y único Sumo Sacerdote que puede ser nuestro Vicario y Salvador; y un tercer elemento en la forma de un recipiente dorado conteniendo una muestra del maná, el cual simboliza el cuidado espiritual constante de Dios hacia Su pueblo.


Todo esto componía, de manera muy resumida, el tabernáculo de reunión, entendiendo por la palabra tabernáculo, a la morada misma de Dios entre los hombres. Este tabernáculo, según vimos lleno de significado y simbolismo, buscaba hacer entender al pueblo, por medio de sus sentidos, que Dios estaba presente en medio de ellos, habitando, y acompañándolos fiel y amorosamente a lo largo de toda Su travesía hacia la Tierra Prometida, proveyéndoles de todo lo necesario para que esa promesa Divina se hiciera realidad de principio a fin. 


Pero al igual que cada uno de sus componentes, el tabernáculo o morada de Dios eran tan solo sombra del verdadero tabernáculo que vendría en el momento señalado, pues así lo había anunciado el profeta Isaías diciendo: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” (Isaías 7. 14), nombre “que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1. 23). Jesucristo es entonces aquel Emanuel prometido, Dios hecho hombre, el cual tabernaculizó o “habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1. 14).


Por tanto, ya no necesitamos de un tabernáculo material y simbólico, pues en Cristo ya tenemos al tabernáculo verdadero, cumplido y materializado, morando eternamente con nosotros por medio de su Santo Espíritu cuyo templo es nuestro cuerpo y corazón regenerado, pues para nuestro eterno bien aconteció que en aquel glorioso día de Navidad nos nació “en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”: (Lucas 2. 11), quien por su Sangre compró para nosotros todo lo necesario para que esa promesa Divina de una Tierra Prometida, se hiciera realidad de principio a fin.