La vida cristiana no es una vida sin pecado, es una vida sin vergüenza de confesarlo. Estamos sujetos a cometer pecado, pero el que es verdaderamente justo es Jesucristo.
Creemos que por nuestro esfuerzo o por nuestra apariencia, podemos vivir una vida bien, pero esto no es así.
La fe cristiana es una vida de acciones coherentes con nuestra fe.
La fe cristiana exige reciprocidad, es decir, debemos cuidarnos los unos a los otros sin ser jueces.
La vida cristiana no es como una escalera que vas adquiriendo peldaños, sino que es como una espiral, vas pasando y parece que pasas por el mismo sitio, pero vas subiendo.
La fe cristiana exige renuncia. No puedes amar las cosas de este mundo al mismo tiempo que amas a Dios. Por eso, o renuncias a Dios o renuncias al mundo.