¿Quién escribe la historia? ¿Siempre son los vencedores? ¿Por qué en política la tentación de reescribirla es tan grande? ¿Y por qué es fundamental atenerse al rigor científico en tiempos de posverdad y de inteligencia artificial? Son algunas de las numerosas preguntas que plantea el historiador Jean-Frédéric Schaub en su ensayo 'Todos tenemos la misma historia: los desafíos de la identidad'. Su ambición es demostrar que la historia “no está a nuestra disposición”.
Jean-Frédéric Schaub se especializa en las estructuras políticas de Europa occidental en la época moderna, a partir de los casos de los países ibéricos y se interesa particularmente en el hecho colonial, así como en la construcción de la noción de raza. Es a la luz de ese bagaje que analiza las controversias que sacuden nuestra actualidad actual como los rastros del colonialismo, el racismo, la identidad o la deuda que tendría Occidente con los países del Sur.
Las estructuras de poder pre coloniales
El historiador francés defiende anteponer siempre a todas estas discusiones el rigor científico al que debe apegarse la escritura de la Historia. Para salir de una visión binaria de la colonización, por ejemplo, es fundamental tomar en cuenta las estructuras de dominación que existían antes de la colonia y que persisten mucho después.
"Una de las formas de pensar ese tema, y salir de la idea binaria es seguir la pista de quiénes fueron las personas que tuvieron poder y autoridad en periodos pre coloniales, tanto en América o en África. Y si esas personas, esas familias, esos grupos negociaron con el poder colonizador durante el periodo colonial y hasta qué punto esas mismas familias, esos mismos grupos, sus mismos clanes, están hoy día en los ministerios de las repúblicas independientes", explica el autor de 'Todos tenemos la misma historia: los desafíos de la identidad'.
Cuando los conquistadores llegan a América establecen políticas de exclusión racial que dejarán huellas durante siglos. Lo que nos lleva a los debates actuales sobre la xenofobia y el racismo. El también profesor en Buenos Aires, la Habana y México subraya que a los historiadores se les pide hacer el análisis de la construcción de esos procesos racistas, que prolongaron dinámicas pre existentes en las sociedades colonizadoras.
"Si se propone producir conocimiento exacto desempeñamos un papel importante en la sociedad", nos dice en 'Escala en París'. Pero lo que no se les debe pedir a los historiadores es "proporcionar a los políticos, a los que lanzan guerras, argumentos que ahondan raíces en el pasado para justificar políticas actuales. Entonces estamos en esa dificultad de producir conocimientos científicos para ayudar a que la sociedad se entienda mejor, pero no ofrecer a los políticos un pasado imaginario que les permite justificar sus decisiones", insiste.
Historiadores, no justicieros
De igual manera, el historiador no puede ser un justiciero que repare las "asimetrías" del pasado: "Nuestra ética y nuestros derechos contemporáneos democráticos exigen la igualdad de género, la igualdad entre ciudadanos de procedencia étnica diferente. La igualdad jurídica entre ricos y pobres. Y todos comulgamos con estas ideas."
"Pero los historiadores se enfrentan con un problema diferente: los ricos dejan más huellas que los pobres, los hombres que las mujeres. Y los blancos más que los no blancos. Lo que no podemos hacer es ofrecer como una forma de compensación una historia que pretenda que podamos saber tanto sobre los pobres como sobre los ricos. Eso no lo podemos hacer", subraya. Puesto que el historiador, para que su trabajo sea válido y validado debe apoyarse en fuentes fidedignas. Sin fuentes no se puede escribir.
En esa misma línea las demandas de disculpa y reparación como las que ha formulado el expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a España "por los perjuicios causados durante la colonia" deben analizarse con todos los matices que impone la materia: "No le vamos a pedir a Dinamarca que se disculpe por las masacres abominables que cometieron los vikingos en el siglo X en Europa Occidental".
El historiador explica que su disciplina puede estudiar cómo, por ejemplo, a la práctica de la trata atlántica contra los africanos se le puede aplicar "a posteriori el concepto de crimen contra la humanidad, recordando que ese concepto fue aplicado también a posteriori al genocidio de los judíos y de los gitanos." Es igualmente aceptable, "decir que la trata con las condiciones que fueron suyas ha sido un crimen contra la humanidad. Eso lo podemos hacer, pero luego ofrecer disculpas, compensaciones a 200 300 500 años yo creo que carece de sentido", argumenta.
La secularización, una lucha política europea
Jean-Frédéric Schaub dedica este ensayo a Samuel Paty, profesor de historia, asesinado en 2020 y también a Dominique Bernard profesor de francés. Ambos asesinados por islamistas radicalizados en Francia. Para el autor era "importantísimo rendir este homenaje".
Porque "en un país como el mío, en plena evolución demográfica, los profesores de la enseñanza secundaria están en el frente del cambio social y están viviendo todas las problemáticas más complicadas y más peligrosas, que se derivan no de la inmigración en general, pero sí de un proyecto político que está actuando en Europa".
"Es el proyecto político de determinados regímenes árabes, islámicos o de determinados grupos, como los Hermanos Musulmanes, que han decidido acabar con el proceso secularizador de los musulmanes que residen en Europa. Y esa es una lucha política que estamos llevando, no desde el cristianismo, no desde el judaísmo. Sí desde la secularización contra el islamismo y la lucha islamista, contra el poder secular", advierte.
'Todos tenemos la misma historia: los desafíos de la identidad', editorial Odile Jacob.
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