Pablo dedicó todo el capítulo anterior para recordarle a su “amado hijo en la fe” todos los recursos espirituales de los cuales era poseedor. Lo transmitido por la instrucción en la Palabra a través de la diligencia temprana de su abuela Loida y su madre Eunice, así como el “don de Dios que está en ti”, lo lleva ahora a demandar de Timoteo su compromiso de trabajo. Es como si Pablo le dijera: “Timoteo, no hay excusas para hacer la obra, es hora de trabajar”.