Pablo termina este capítulo con una visible decepción, pero también con una nota de gratitud. Ambas reacciones del espíritu fueron el producto de la inversión hecha en la vida de sus discípulos, tocándole vivir el dolor que trae al corazón la deserción de aquellos en quienes se había invertido, pero también el gozo por la demostración de amor de los discípulos agradecidos.