La decisión de tener o no tener sexo no debería basarse en nuestras inseguridades físicas, y mucho menos debería estar guiada por la intención de mantener reglas sociales y culturales asociadas con la edad. La posibilidad de disfrutar de una intimidad sana y consensuada es un derecho de todas las personas y no debe limitarse a expectativas sociales sobre nuestra apariencia o nuestra edad.