Martes, 30 de julio de 2024
30 July 2024

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Mt 13, 36-43 • Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
«Explícanos la parábola de la cizaña en el campo».
Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

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Maestro, aquí estoy, en medio de la multitud, escuchándote atentamente. Cada vez que hablas, siento que mi corazón se abre un poco más a la verdad y la sabiduría que emanan de Ti.

Mientras describes el campo, puedo verlo claramente en mi mente. Veo el trigo y la cizaña creciendo juntos, la buena semilla que tú, el Hijo, has sembrado, esforzándose por dar fruto. Y también la sembrada por el enemigo ahogando al trigo en su intento por crecer.
Este campo es nuestro mundo, lleno de bondad y maldad coexistiendo.

Maestro, me pregunto, ¿soy yo trigo o cizaña? ¿Mis acciones reflejan la bondad de tu Reino o las sombras del enemigo? Quiero ser trigo, Jesús, pero sé que a veces he permitido que la cizaña crezca en mi corazón.

Dices que al final los ángeles vendrán a separar la cizaña del trigo, y siento una mezcla de temor y esperanza. Sé que tu justicia es perfecta, aunque yo no lo soy.

A mi alrededor veo al resto de la multitud, también absorta con lo que dices. ¡Qué suerte tengo de estar aquí, de escuchar estas palabras!

"El que tenga oídos, que oiga". ¡Aquí oigo! ¡Aquí estoy!

Mientras la multitud comienza a dispersarse, me quedo un momento más, meditando en tus palabras. Mi corazón ya está impaciente por el día en que todos los justos brillen como el sol.

Aunque parece que me toca esperar y confiar.