En Colombia, a orillas del río Magdalena, la fundación Biodiversa ha comprado miles de hectáreas de tierras para reforestarlas y crear un refugios para especies amenazadas. Reportaje en El Silencio, un modelo de protección del medioambiente.
Los primeros rayos de luz aparecen sobre el río Magdalena. Tras una hora de navegación, nuestra lancha gira hacia un brazo del río. Nos alejamos de un paisaje moldeado por instalaciones petroleras, por la minería, la agricultura y los grandes potreros. Y entramos en un caño natural rodeado de árboles majestuosos. A mano derecha, aparece la densa vegetación de la reserva natural El Silencio. El lugar incita a guardar silencio y disfrutar del canto de las aves.
Una familia de loros vuela de una orilla a otra, un oso hormiguero se trepa de una rama a otra y se oye el rugido de los monos aulladores. Aquí, a orillas del tropical río Magdalena que inspiró al escritor colombiano Gabriel García Márquez, científicos decidieron crear una reserva natural en 2012.
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Julio Marín dirige el equipo de los 10 guardabosques de la reserva de la fundación Biodiversa Colombia. Este exsoldado es ahora un apasionado de la naturaleza. A lo lejos, divisa dos puntos brillantes escondidos en la zanja de un tronco. Se trata de una marteja, o mono ‘aotus’, en peligro de extinción. Marín y su equipo tienen la misión de conservar y restaurar el territorio de mamíferos terrestres, acuáticos y aves amenazados por la deforestación. "La reserva se ha convertido e un puente de unión entre los bosques del sur y del norte. La reserva está estrategicamente puesta ahí como parte de un corredor", explica Santiago Rosado, biólogo y coordinador científico de El Silencio.
Según datos de Global Forest Watch, en el municipio de Yondó, la superficie de bosque primario se ha derrumbado un 43% en 20 años mientras se extendieron los potreros. La ganadería sigue siendo una de las principales actividades económicas en la región de Antioquia, en detrimento del bosque tropical.
Una de las características de la reserva natural El Silencio ha sido asociar a las comunidades locales de ganaderos y pescadores a los esfuerzos de conservación y reforestación. Los ganaderos y también los pescadores de la zona contribuyen a la reforestación cuidando los viveros, por ejemplo. A cambio, estas comunidades reciben ingresos de la Fundación.
Y los efectos de la reforestación son notables. Aquí en el corazón de la reserva, los científicos observan con cámaras y captación de sonido, el regreso de ciertas especies, explica el biólogo Santiago Rosado, responsable científico de la reserva natural: "En la reserva original, no había registros de danta (tapir). Ahora, la danta apareció cuando la reserva se expandió en 2020".
Gracias a fondos de fundaciones privadas extranjeras, la reserva natural El Silencio se ha ampliado considerablemente. Ha pasado de 70 hectáreas en 2012 a 3.500 hectáreas actualmente, de los cuales alrededor de 100 ha fueron reforestadas, de forma pasiva y activa.
La fundación Biodiversa Colombia busca ahora registrar todas estas tierras bajo el estatuto de reserva de la sociedad civil. Una iniciativa que contribuye a los esfuerzos nacionales de conservación. Colombia, uno de los países más biodiversos del mundo, se ha comprometido a proteger el 30% de sus tierras para 2030, según lo pactado en la Cop 15 sobre biodiversidad en 2022 en Montreal.