Vivimos tiempos donde la familia está siendo atacada, confundida y desenfocada. En medio de una sociedad que promueve la independencia de Dios, el relativismo moral y la fe superficial, Dios sigue buscando familias comprometidas, hogares consagrados, y líderes espirituales valientes que puedan decir con valentía: Mi familia y yo serviremos al Señor.