Cuando los élderes de la Iglesia vieron por primera vez el sitio de la ciudad de Sion —Independence, Misuri— no fue lo que ellos esperaban. Algunos pensaron que se encontrarían con una comunidad próspera e industriosa que tendría un grupo fuerte de santos. En su lugar, encontraron un asentamiento escasamente poblado que no contaba con la civilización a la que estaban acostumbrados y que estaba habitado por colonos fronterizos toscos en vez de santos. Resultó que el Señor no les estaba pidiendo que solamente fueran a Sion, sino que quería que edificaran Sion.Cuando nuestras expectativas no coinciden con la realidad, podemos recordar lo que el Señor dijo a los santos en 1831: “No podéis ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios […], ni la gloria que seguirá después de mucha tribulación” (Doctrina y Convenios 58:3). Efectivamente, la vida está llena de tribulación, e incluso iniquidad, pero aún podemos “efectuar mucha justicia; porque el poder está en [nosotros]” (versículos 27–28).Véase también Santos, tomo I, págs. 130–136.