La revelación de la sección 45 se recibió, según el encabezamiento, “para la alegría de los santos”, y hay mucho para alegrarse en esa revelación, en la cual el Salvador hace Su tierna promesa de abogar por nosotros ante el Padre (véanse los versículos 3–5). Él habla de Su sempiterno convenio que se extiende por todo el mundo, como “un mensajero […], preparando el camino delante de [Él]” (versículo 9) y profetiza de Su gloriosa Segunda Venida. El Salvador hace todo eso a la vez que reconoce que estos son tiempos difíciles (véase el versículo 34), en parte debido a los peligros que tendrán lugar antes de Su venida. Sin embargo, esos peligros, esa oscuridad, no son lo suficientemente fuertes como para apagar la luz de la esperanza. “Porque, de cierto os digo”, declaró el Señor, “que soy […] una luz que resplandece en las tinieblas” (versículo 7). Ese motivo por sí solo es suficiente para recibir esta revelación con gozo, junto con cualquier consejo, advertencia y verdad que Él quiera dar.