Gil leía la columna de Pedro Salazar, director del Instituto de Jurídicas de la UNAM, investigador de primera y estudioso imparable de las leyes y la vida jurídica mexicana. Publicada en su periódico El Financiero, la contribución de Salazar cuenta que un experimentado columnista de periódicos y buen amigo le dijo un día que evitara contar en sus colaboraciones quincenales asuntos personales pues esos textos no lograrían ser de interés general.