En el año 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, un soldado estadounidense llamado Harold escribió una carta a su esposa mientras estaba en Europa. Nunca la pudo enviar. Fue encontrada décadas después en una chaqueta donada a una tienda de segunda mano en Ohio. La carta decía: “Si no regreso, recuerda que viví para amarte”. La esposa ya había fallecido, pero la carta conmovió a miles que la leyeron en redes sociales. El amor escrito,
aunque no fue leído en su momento, aún impactó generaciones.
Así son muchas oraciones. Crees que Dios no las escuchó, que quedaron olvidadas en algún rincón del cielo. Pero cada palabra, cada suspiro, cada lágrima derramada en fe fue recibida por el Dios eterno.
En Apocalipsis, las oraciones de los santos son presentadas como incienso ante el trono de Dios. Nada se pierde. Nada se olvida.
Por lo tanto, si alguna petición parece sin respuesta, no desmayes. La carta de fe que enviaste a Dios será abierta en Su tiempo perfecto. La Biblia dice en Apocalipsis 5:8: “Y las copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (RV1960).