En el año 1989, el Muro de Berlín, símbolo de opresión y división, cayó ante los ojos del mundo. Tras décadas separando familias, culturas y libertades, miles de ciudadanos del Este se acercaron con martillos y manos desnudas. Lo que parecía indestructible se vino abajo no solo por presión política, sino por una convicción compartida: “la libertad vale cualquier riesgo”. Un joven cruzó la frontera llorando y dijo: “El muro cayó, pero nosotros ya nos habíamos levantado”.
De la misma manera, en nuestra vida también hay muros: “barreras emocionales, espirituales o relacionales que parecen inamovibles”. Nos sentimos atrapados por el pasado, por fracasos o por heridas que han endurecido el corazón.
Sin embargo, Dios es especialista en derribar lo que limita. En la Biblia, los muros de Jericó no cayeron por fuerza militar, sino por obediencia y fe. El pueblo no empujó el muro, solo obedeció la voz de Dios. Por lo tanto, si hoy enfrentas una barrera imposible, recuerda que no estás solo. El Dios que derriba muros aún pelea tus batallas. Solo debes creer, avanzar y obedecer.
La Biblia dice en Josué 6:20: “...el pueblo gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó...” (RV1960).