En el año 1935, durante una epidemia de fiebre tifoidea en China, un joven médico misionero llamado Paul Carlson se ofreció como voluntario en un pueblo abandonado por el miedo. No había recursos, ni hospitales, ni seguridad. Sin embargo, él permaneció allí para atender enfermos, aun sabiendo que podría contagiarse. Muchos sobrevivieron gracias a sus cuidados, y cuando finalmente murió, fue enterrado como un héroe. Un anciano de la aldea dijo: “Nunca había visto a alguien amar tanto sin pedir nada”.
De la misma manera, el amor verdadero se demuestra cuando se
da, no cuando se recibe. El Señor Jesús lavó pies, tocó leprosos y lloró con los dolientes. Su compasión no fue selectiva ni condicionada; fue total y visible.
Hoy, más que nunca, el mundo necesita personas dispuestas a amar con acciones. Tal vez no se te pida ir a una zona de guerra, pero sí perdonar al que te hirió, visitar al que está solo o servir al que no puede devolverte el favor.
Recuerda: tu amor visible puede ser la medicina que alguien está esperando. La Biblia dice en Juan 13:35: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (RV1960).