(Víspera del Cincuentenario de la Muerte de Pablo Picasso)
Si bien los pintores más famosos de los cuatro siglos antes del veintiuno jamás hubieran podido concebir la maravilla tecnológica que son las selfies que nos tomamos con nuestros teléfonos móviles, actualmente no sólo podemos concebir sino aún disfrutar de los autorretratos maravillosos de aquellos genios del arte. Sólo que las selfies de antaño que se hacían ellos llegaron a ser verdaderas obras clásicas en el mundo artístico.
Rembrandt, el renombrado pintor holandés que vivió en el siglo diecisiete, llegó a ser un referente del autorretrato clásico. Fue tan prolífico en este género que hay varios libros publicados sobre ese tema. Entre las más de 600 pinturas, 400 grabados y dos mil dibujos de Rembrandt, más de cuarenta pinturas, treinta grabados y algunos dibujos suyos fueron autorretratos. Algunos investigadores han propuesto que usaba un sistema de espejos, tanto cóncavos como convexos, que acababan proyectando su imagen sobre el lienzo, mientras que otros han planteado que no se valía sino de un solo espejo para mirarse.
El pintor español Pablo Picasso, uno de los más grandes e influyentes artistas del siglo veinte y creador del Cubismo, comenzó por su parte a pintar autorretratos cuando tenía apenas quince años y no dejó de pintarlos hasta después de cumplir los noventa en 1972, menos de un año antes de su muerte. Es muy interesante estudiar y comparar esa secuencia de selfies, sobre todo por lo diferentes que son entre ellas. Picasso tuvo la gran distinción de ser el primer artista en ver sus obras expuestas en el Museo Louvre de París, el más famoso del mundo.1
Así como Rembrandt y Picasso, también nosotros nos vemos de cierto modo. Sólo que ese modo puede en realidad ser más incierto que cierto, sobre todo comparado con la manera como nos ve Dios. Es que Él nos ha dado la Biblia, el libro más famoso del mundo, no sólo para comunicarse con nosotros, sino también para que la usemos como un espejo en que podamos vernos cómo nos ve Él en calidad de Creador nuestro. Al salmista David lo inspiró Dios para que nos describiera cómo nos vio Él desde el principio de nuestra existencia:
David sabía que él había sido escogido para ser rey de su pueblo precisamente porque Dios, a diferencia de nosotros, no se fija en nuestra apariencia externa, sino que mira nuestro corazón.3 Así que concluye aquel salmo con esta oración que a todos nos conviene repetir:
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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