Un Mensaje a la Conciencia
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Manantial de vida casa de gracia
Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.
Los autorretratos: las
07 April 2023
Los autorretratos: las

(Víspera del Cincuentenario de la Muerte de Pablo Picasso)


Si bien los pintores más famosos de los cuatro siglos antes del veintiuno jamás hubieran podido concebir la maravilla tecnológica que son las selfies que nos tomamos con nuestros teléfonos móviles, actualmente no sólo podemos concebir sino aún disfrutar de los autorretratos maravillosos de aquellos genios del arte. Sólo que las selfies de antaño que se hacían ellos llegaron a ser verdaderas obras clásicas en el mundo artístico.


Rembrandt, el renombrado pintor holandés que vivió en el siglo diecisiete, llegó a ser un referente del autorretrato clásico. Fue tan prolífico en este género que hay varios libros publicados sobre ese tema. Entre las más de 600 pinturas, 400 grabados y dos mil dibujos de Rembrandt, más de cuarenta pinturas, treinta grabados y algunos dibujos suyos fueron autorretratos. Algunos investigadores han propuesto que usaba un sistema de espejos, tanto cóncavos como convexos, que acababan proyectando su imagen sobre el lienzo, mientras que otros han planteado que no se valía sino de un solo espejo para mirarse.


El pintor español Pablo Picasso, uno de los más grandes e influyentes artistas del siglo veinte y creador del Cubismo, comenzó por su parte a pintar autorretratos cuando tenía apenas quince años y no dejó de pintarlos hasta después de cumplir los noventa en 1972, menos de un año antes de su muerte. Es muy interesante estudiar y comparar esa secuencia de selfies, sobre todo por lo diferentes que son entre ellas. Picasso tuvo la gran distinción de ser el primer artista en ver sus obras expuestas en el Museo Louvre de París, el más famoso del mundo.1


Así como Rembrandt y Picasso, también nosotros nos vemos de cierto modo. Sólo que ese modo puede en realidad ser más incierto que cierto, sobre todo comparado con la manera como nos ve Dios. Es que Él nos ha dado la Biblia, el libro más famoso del mundo, no sólo para comunicarse con nosotros, sino también para que la usemos como un espejo en que podamos vernos cómo nos ve Él en calidad de Creador nuestro. Al salmista David lo inspiró Dios para que nos describiera cómo nos vio Él desde el principio de nuestra existencia:


Tú [oh Dios] creaste mis entrañas;

           me formaste en el vientre de mi madre.

¡Te alabo porque soy una creación admirable!

           ¡Tus obras son maravillosas,

           y esto lo sé muy bien!

Mis huesos no te fueron desconocidos

           cuando en lo más recóndito era yo formado,

cuando en lo más profundo de la tierra

           era yo entretejido.

Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:

           todo estaba ya escrito en tu libro;

todos mis días se estaban diseñando,

           aunque no existía uno solo de ellos.2

David sabía que él había sido escogido para ser rey de su pueblo precisamente porque Dios, a diferencia de nosotros, no se fija en nuestra apariencia externa, sino que mira nuestro corazón.3 Así que concluye aquel salmo con esta oración que a todos nos conviene repetir:


Dios mío, mira en el fondo de mi corazón,

           y pon a prueba mis pensamientos;

mira si voy por el camino del mal,

           y guíame por el camino eterno.4

Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net




1
Manuel J. Prieto, «Los autorretratos de Rembrandt», abril 2020 <https://www.curistoria.com/2020/04/los-autorretratos-de-rembrandt.html> En línea 22 octubre 2022; Manuel J. Prieto, «La evolución de Picasso en sus autorretratos», septiembre 2017 <https://www.curistoria.com/2017/09/la-evolucion-de-picasso-en-sus.html> En línea 22 octubre 2022.


2
Sal 139:13-16 (NVI)


3
1S 16:7


4
Sal 139:23-24 (TLA, DHH)


¿Quién mató a Cristo?
06 April 2023
¿Quién mató a Cristo?

—¿Quién mató al yigüirro?

—Yo, yo lo maté

     con mi arco y mi flecha

—dijo el soterré.


—¿Quién en su agonía

     lo miró sufrir?

—Yo —dijo la mosca—,

     yo lo vi morir.


—¿Quién cogió su sangre

     color de rubí?

—Yo —dijo el pescado—,

     yo la recogí.


—¿Quién cosió su herida?

—El águila fue,

     con su hilo y su aguja,

     su pico y su pie.


—¿Quién abrió la tumba,

     allá en el panteón?

—La niña lechuza

     con su azadón.


—¿Quién cantó la misa

     en el funeral?

—Padre zopilote,

     que canta tan mal.


 —¿Y sin la mortaja,

     qué iremos a hacer?

—Los pollos ligeros

     la irán a traer.


—¿Quién al campanario

     subirá a doblar?

—El toro, que sabe

     muy bien repicar.


—¿Quién en el entierro

     guiándonos irá?

—La golondrinita

     se ha ofrecido ya.


—La triste noticia,

     ¿quién irá a llevar?

—Yo —dijo la viuda,

     rompiendo a llorar.


—¿Quién de sus virtudes

     el discurso hará?

—La elocuente lora

     de él se encargará.


—¿Quién con triste llanto

     lo irá a despedir?

—El ganso, que es hombre

     de mucho sentir.1


Estos encantadores versos que aprendieron alguna vez los niños en las escuelas primarias de Costa Rica inspiraron la siguiente poesía basada en la historia sagrada:



—¿Quién mató a Cristo?

—Yo lo crucifiqué,

     yo y los jefes judíos

—dijo el sumo sacerdote.2


—¿Quién lo entregó, de los doce,

     con un beso en la mejilla?

—Yo —dijo Judas Iscariote—,

     por treinta monedas de plata.3


—¿Quién se lavó las manos

     en señal de inocencia?

—Yo —dijo Pilato,

     con la conciencia remordida.4


—¿Quién negó al Maestro,

     que lo miró de frente?

—Yo —dijo Pedro,

     llorando amargamente.5


—¿Quién le llevó el madero

     a la cima del Calvario?

—Yo, Simón el cireneo, 

     para aliviar su tormento.6

—¿Quién de los de cerca

     lo miró sufrir?

—Yo —dijo Juan, a quien amaba—,

     yo lo vi morir.7


—¿Quién al lado suyo

     le imploró clemencia?

—El ladrón arrepentido,

     humillado en su presencia.8


—¿Quién dijo aterrado:

     «¡Éste era el Hijo de Dios!»?

—El centurión romano,

     cuando la tierra tembló.9


—¿Quién limpió su sangre

     de color carmesí?

—Yo —dijo la madre—,

     yo la recogí.10


—¿Quién ungió su cuerpo

     para la sepultura?

—Yo —dijo Nicodemo—,

     con áloe y con mirra.11


—¿Quién le dio una tumba

     de su propiedad?

—José de Arimatea,

     quien selló la entrada.12


—¿Quién llevó las nuevas

     de su resurrección?

—María Magdalena.

     ¡Había visto al Señor!13


—¿Quién lo vio ascender

     en las nubes hacia el cielo?

—Cada apóstol de los once,

     a quienes comisionó.14


—¿Quién mató a Cristo?

—Yo, yo lo maté

     con mi culpa y mi pecado.15

—¡Señor, perdóname!


Carlos Rey
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www.conciencia.net




1
Autor desconocido, citado de Mi hogar y mi pueblo, libro de texto usado en la escuela primaria en Costa Rica, por José A. Soto, «Traducción de la Biblia para niños», La Biblia en las Américas, No. 1 de 1999, Vol. 54 #239, pp. 14‑17.


2
Mt 26:57‑66; Mr 15:1


3
Mt 26:14‑16,21‑25,47‑50; 27:3‑5


4
Mt 27:11‑26


5
Mt 26:69‑75


6
Mr 15:22‑24


7
Jn 19:25‑30


8
Lc 23:33‑43; Mt 27:38,44


9
Mt 27:54


10
Jn 19:25‑30


11
Jn 19:38‑42


12
Mt 27:57‑60


13
Jn 20:1‑18


14
Hch 1:1‑13


15
Hch 2:14‑41; Is 53:3‑5; 1P 2:24


Pioneros rechazados
05 April 2023
Pioneros rechazados

En el año 1886 José Vasconcelos vivía bajo el cuidado de sus padres en el Sásabe, un pequeño puerto en el desierto de Sonora que colindaba con el estado de Arizona al norte. En sus memorias el eminente escritor y político mexicano relata cómo era la vida de los pioneros de aquel entonces, tales como sus padres. «El gobierno mexicano —explica Vasconcelos— mandaba a sus empleados... al encuentro de las avanzadas, los outposts del yankee. Pero, en torno, la región vastísima de arenas y serranías seguía dominada por los apaches, enemigo común de las dos castas blancas dominadoras: la hispánica y la anglosajona. Al consumar sus asaltos, los salvajes mataban a los hombres, vejaban a las mujeres; a los niños pequeños los estrellaban contra el suelo y a los mayorcitos los reservaban para la guerra; los adiestraban y utilizaban como combatientes.» La madre del pequeño José lo aconsejaba de la siguiente manera: «Si llegan a venir [los apaches], no te preocupes [, hijo]: a nosotros nos matarán, pero a ti te vestirán de gamuza y plumas, te darán tu caballo, te enseñarán a pelear, y un día podrás libertarte.»1


Estas memorias evocan otras escritas por San Juan sobre un pionero que vivió hace unos dos mil años en la inhóspita región de Palestina. Aquel pionero era un hombre realmente fuera de serie. Lo extraordinario del caso es que no viajó de un extremo a otro de América, tal como de la Patagonia a Baja California, sino del cielo a la tierra; y su medio de transporte no fue un camello, ni un caballo ni un burro, sino el vientre de una joven soltera, la virgen María. ¿Quién se hubiera imaginado semejante llegada para el Hijo de Dios, que habría de ser el Salvador del mundo? Por eso lo primero que Juan, uno de sus mejores amigos, nos relata acerca de Jesucristo, es que «vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron».2 Y llegó el día en que lo condenaron a muerte y dijeron: «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»3


Sin embargo, no todos rechazaron al Hijo de Dios hecho hombre. A los que creyeron en Él y lo recibieron les concedió el privilegio de ser hechos hijos de Dios.4 Porque a diferencia de la madre de José Vasconcelos, que se preocupaba por que algún día, si fuera necesario, su hijo pudiera libertarse a sí mismo, el Padre celestial dispuso que fuera necesario que su Hijo Jesucristo fuera rechazado y entregado a la muerte a fin de libertarnos a nosotros eternamente.5


Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net




1
José Vasconcelos, Textos: Una antología general (México: SEP/UNAM, 1982), pp. 9‑10.


2
Jn 1:11


3
Mt 27:25


4
Jn 1:12


5
Lc 9:22‑25; Jn 3:16,31‑36; 8:31‑32,36


«Como los de Fuenteovejuna»
04 April 2023
«Como los de Fuenteovejuna»

Ocurrió en el siglo quince en el pueblo de Fuenteovejuna de la provincia de Córdoba, bajo el mandato de los Reyes Católicos. Tan pronto como la Orden de Calatrava, a la que pertenecía el pueblo, lo nombró Señor de Fuenteovejuna, el Comendador Mayor Fernán Gómez de Guzmán tomó posesión de la villa y mandó a erigir la horca en el campo y la picota en la plaza. Acto seguido, aquel déspota implantó un régimen de terror. Impuso fuertes tributos; se inventó pretextos para despojar de los bienes a los vecinos; forzó a las mujeres que le gustaban, ya fueran solteras o casadas; y cometió incontables actos de vejación y de violencia.


Todo eso logró hacerlo con impunidad, hasta el día en que los pobladores ya no aguantaron más. El 23 de abril de 1476, todos a una asaltaron el Palacio de la Encomienda, donde el comendador se alojaba, mataron a los catorce criados que trataron de defenderlo, lo asesinaron a él y arrojaron su cadáver a la calle, donde la multitud lo arrastró por todo el pueblo y lo despedazó con furia.


Enterados los Reyes Católicos, enviaron a un juez para que tomara declaraciones a los habitantes del pueblo y castigara a los culpables. Pero éstos se confabularon, de modo que cuando el juez les preguntaba: «¿Quién mató al comendador?», cada uno a su vez respondía: «¡Fuenteovejuna, señor!» Y cuando el replicaba: «¿Y quién es Fuenteovejuna?», los pobladores en masa contestaban: «¡Todos a una!»


Este hecho histórico inspiró a Lope de Vega para escribir una de sus comedias más populares y conocidas, titulada Fuenteovejuna. Con la acostumbrada licencia literaria, Lope cuenta la historia de la joven Laurencia, a la que el vil comendador trata de violar. Pero ella escapa, logra sublevar al pueblo y, en medio de la revuelta, mata al tirano y clava su cabeza en una pica para exhibirla por todas partes. Al final, a causa de ese acto de solidaridad general de los habitantes, los reyes se enteran de la infame conducta del comendador ajusticiado y perdonan a todo el pueblo.1


Fue así «como los de Fuenteovejuna, todos a una» pasaron a la historia como ejemplo de lo que puede lograrse cuando se toman ciertas determinaciones en conjunto, y dieron origen a un refrán que muchos citan para cobrar ánimo en la resolución de un problema. Pero este refrán también se emplea, desde luego, para describir una situación en la que todos los participantes se atribuyen la responsabilidad de un acto que no comete más que uno o algunos de ellos.


Por ejemplo, cuando San Pedro acusa a los judíos de matar a Jesús, crucificándolo por medio de hombres malvados,2 en cierto sentido nos señala a la vez a nosotros, ya que son los pecados nuestros, junto con los de la humanidad de todos los tiempos, la causa primordial de su muerte en la cruz. De modo que cuando Dios, como Juez de toda la tierra,3 nos pregunte: «¿Quién mató a mi Hijo Jesucristo?», más vale que le contestemos: «¡Nosotros, Señor: todos a una!» Pues sólo así podremos recibir de Él, como Rey de toda la tierra, el perdón inmerecido que nos ofrece.4


Carlos Rey
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1
José Calles Vales y Belén Bermejo Meléndez, Dichos y frases hechas (Madrid: Editorial LIBSA, 2000), pp. 104-5; Rubén Gil, Diccionario de anécdotas, dichos, ilustraciones y refranes (Barcelona, España: Editorial CLIE, 2006), pp. 749-50.


2
Hch 2:22‑23


3
Gn 18:25


4
Sal 47:2,7; Ro 3:23; ;1Jn 1:9


«Marcha triunfal»
03 April 2023
«Marcha triunfal»

«La expresión “marcha triunfal” nos trae a la mente lo que el poeta nicaragüense Rubén Darío plasmó en el siguiente trozo poético:


¡Ya viene el cortejo!

¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.

La espada se anuncia con vivo reflejo;

ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.


Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,

los arcos triunfales de donde las Famas erigen sus largas trompetas,

la gloria solemne de los estandartes

llevados por manos robustas de heroicos atletas.

Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,

los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,

los cascos que hieren la tierra

y los timbaleros,

que el paso acompasan con ritmos marciales.

¡Tal pasan los fieros guerreros

debajo los arcos triunfales!


»Los protagonistas de este cortejo o marcha son los “heroicos atletas”, los “caballeros armados” y los “fuertes caballos de guerra”.


»¡Qué diferentes son los actores del cortejo triunfal de Jesús en Jerusalén: sus fieles discípulos —pescadores, campesinos, [recaudadores de impuestos]—, un grupo de seguidores liderados por los niños y un burro!»,1 comenta en un artículo escrito para el Domingo de Ramos el doctor Edesio Sánchez, biblista y teólogo de las Sociedades Bíblicas Unidas.


Es que «la entrada a Jerusalén... recogió a muchos que querían seguir a Jesús —dice el doctor Sánchez—. Pero al final, sólo quedaron aquellos que... formaban la verdadera caravana triunfal de Jesús2... sus discípulos; las muchas personas que fueron sanadas y liberadas de la marginación, de la futilidad y de la enfermedad; los niños; y un burro. Ellos son la metáfora que encierra el maravilloso secreto mesiánico de Jesús. Los define, en primer lugar, el hecho de que sean vulnerables, marginados y totalmente dependientes de la gracia divina. En segundo lugar, se les conoce como quienes tienen un ojo especial para reconocer a Dios y su proyecto de salvación. Ellos encarnan el símbolo de la esperanza y de la paz.


»La marcha triunfal de Jesús es una invitación a celebrar y gozar en una situación... en la que el triunfador parece perdedor y fracasado, y el perdedor, un triunfador. Es el juego serio de Dios al que sólo están convidados los que a los ojos de este mundo no sirven para nada. Pero es un juego serio; en él está en juego la vida eterna. Es un juego en el que quien ha acumulado muchas “fichas”, en los juegos no divinos, debe ir perdiéndolas para que los jugadores carentes de “fichas” terminen poseyéndolas. Es el juego de la solidaridad y la liberación. Es un juego que no gusta a los que tienen mucho y están “arriba”, pero que celebran y aplauden los de “abajo”.


»Dios nos invita a celebrar fiestas en las que los que no tienen el poder, ni los privilegios, ni las riquezas, tengan la ocasión de criticar, desenmascarar y enjuiciar a los poderosos....


»Es, en realidad, la fiesta de la cruz.... en la [que] los celebrantes llegan desprovistos de posesiones, privilegios y poderes. Es la fiesta de los niños, de los pobres y de los burros.... Unámonos a [ellos] para vitorear a Jesús... aclamando: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”»3


Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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1
Edesio Sánchez, «Mensaje para el Domingo de Ramos» diseminado por correo electrónico por la Red de Liturgia del CLAI (redclai@lists.redclai.com.ar) el 31 de marzo de 2009; cf. Mt 21:9,15-16; Mr 11:7


2
Mt 21:14-16


3
Sánchez


«Mi novio dice que necesita asegurarse de que soy virgen»
01 April 2023
«Mi novio dice que necesita asegurarse de que soy virgen»

En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:


«Hace algún tiempo conocí al que es mi novio. Yo lo amo mucho y sueño con casarme con él, pero él dice que para casarse necesita asegurarse de que soy virgen. Yo le he dicho que lo soy, pero él dice que es un requisito que debo cumplir, y que sólo se casará una vez que esté seguro. Yo no quiero acceder, a pesar de que lo amo. Toda mi vida me he cuidado. ¿Por qué me tuve que enamorar de un hombre así?»


Este es el consejo que le dio mi esposa:


«Estimada amiga:


»¡Creemos que usted debe tener mucho cuidado! Este hombre está tratando de lavarle el cerebro de modo que usted crea que lo que él le está poniendo como requisito es algo normal y razonable. Pero usted nos ha contado su caso y nos está pidiendo un consejo porque lo que él está exigiéndole es muy diferente de lo que usted siempre ha creído.


»Usted ha conservado su virginidad seguramente porque tiene fe en el plan de Dios para su vida, y lo está siguiendo. Es obvio que considera importantes las normas de Dios. La felicitamos por mantenerse firme y decidida, y por resistir toda la presión que ejercen quienes la rodean y los medios de comunicación.


»Por supuesto, a muchos no les importan las leyes de Dios ni las obedecen como lo hace usted. Creen que es anticuado e innecesario reservar la relación sexual exclusivamente para el matrimonio. Tal vez consideran que el acto sexual no es más que una actividad que no tiene mayor importancia, sin reconocer que Dios lo diseñó como un ritual de vinculación que une emocionalmente a los cónyuges. De hecho, los científicos han descubierto que, durante las relaciones sexuales, el cerebro produce una hormona llamada oxitocina. Ésta se conoce como la hormona de la vinculación porque facilita el sentido del amor y de los lazos de unión....


»Cuando su novio pide que le pruebe que usted es virgen, con eso él está diciendo: “Yo no creo que estés diciendo la verdad. Es más, creo que tal vez estés mintiendo, y no confío en ti....”


»El hombre que le exija tales pruebas ahora será, sin duda, el mismo que desconfiará de usted cuando se casen. Suena como el tipo de hombre que tarde o temprano pudiera desear que usted corte los vínculos con sus amistades y familiares para que usted siempre esté a su disposición y él siempre pueda “confiar” en usted.


»Le aconsejamos que le ponga fin de inmediato a esta relación enfermiza y destructiva, no importa lo mucho que ame a ese hombre. No sabemos por qué tuvo que enamorarse de él, tal como usted se pregunta, pero sí sabemos con toda certeza que debe deshacerse de él de una vez y para siempre antes de que sea demasiado tarde.»


Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 612.


Carlos Rey
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Violencia familiar
31 March 2023
Violencia familiar

Eran tres niños, hermanitos los tres, de seis, siete y ocho años de edad. Con ojos aterrorizados y temblando de miedo, no podían dejar de mirar. ¿Qué estaban mirando? Veían cómo su padre le daba una paliza brutal a su madre. La escena la describe un diario de América Latina.


El hombre enfurecido, a la vista de sus tres hijitos, golpeaba brutalmente a su esposa. ¿Cuál era la causa? Nadie sabe. Los niños sólo decían: «Papá estaba muy enojado.» Pero una palabra lo describe todo: violencia.


La violencia doméstica, aunque en la vida diaria no es nada nuevo, en las crónicas de los diarios y en los tribunales sí lo es. Es algo que ha recrudecido en las últimas décadas. Y esta crónica nos obliga a tocar dos puntos: la violencia entre padres, y su efecto en los hijos.


Algunos dicen que la violencia familiar la incita la familia misma, pero eso es ver el asunto de una manera superficial. La violencia nace en el corazón. Está adentro de uno como lo estaba en el corazón de Caín, y sólo necesita una muy pequeña provocación para estallar.


Decimos que es culpa de la mujer, o de los hijos, o del jefe o de otro, pero no lo es. Procede del corazón herido y confundido que vierte su frustración sobre los que están más cerca. Cuando el tronco está malo, todo el árbol lo está. Cuando el corazón vive en amargura, la persona en la que late reacciona con violencia.


¿Y qué de los hijos? No hay nada en todo el mundo que frustre y confunda y atemorice más al niño que ver a sus padres peleándose, especialmente cuando son encuentros violentos. Y si la criatura tiene dos, tres o cuatro años de edad, esos disgustos tienen efectos desastrosos que afectan toda su vida. Un sociólogo investigador dijo: «Cuanto más violenta es la pareja, de las que hemos entrevistado, más violentos son los hijos.» Por cierto, la violencia en los padres viene de la violencia en los progenitores de ellos.


¡Cuánto necesitamos paz y tranquilidad en nuestro corazón! ¡Cuánto necesitamos al Príncipe de paz! Y ese Príncipe de paz existe. Es Jesucristo, el Hijo de Dios. Él dijo: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden» (Juan 14:27).


Entreguémosle nuestro corazón a Cristo. Si el enojo ha sido nuestra debilidad, hagamos una sincera declaración de humilde arrepentimiento. Cristo conoce nuestra intención y Él quiere ayudarnos. Permitámosle entrar en nuestro corazón. Él nos renovará en lo más profundo de nuestro ser.


Hermano Pablo
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