Marisol García - La canción cebolla
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En Chile, la canción cebolla está plagada de ejemplos de relatos de asesinato, cárcel y el más brutal abandono familiar, contextualizados en una vida de pobreza a la que se le canta sin vergüenza. Figuras como Ramón Aguilera, Jorge Farías y Lorenzo Valderrama forjaron su fama en auditorios de radio y escenarios de bares de puerto. Otros, como Rosamel Araya, conquistaron Buenos Aires con un repertorio igualmente descarnado. El peruano Lucho Barrios (1935-2010) estampó su sonrisa doliente en una travesía de éxito que llevó su voz vibrante de su natal Callao hasta Valparaíso, de puerto en puerto, y de bar en bar. En noviembre de 1988 instaló su canto rabiosamente popular en el Teatro Olympia de París.
Pero la canción cebolla es también un sonido: usualmente el de trío de guitarras (o de guitarras más requinto, como hace más de seis décadas enseñaron Los Panchos), percusión suave y cadencia aprendida ya sea de Cuba, por el bolero, o de Perú, con la preciosa tradición del vals criollo.
Ese sonido es hoy recuperado y defendido por muchos jóvenes músicos chilenos, como lo han mostrado Rulo, el proyecto Roja y Negro comandado por Ana Tijoux, el cuarteto Los Celestinos y el dúo Los Vásquez en sus varios hits radiales (calificados por ellos como "pop cebolla"). El grupo Macha y el Bloque Depresivo, a cargo del cantante de la banda Chico Trujillo, integra en su primer disco canciones grabadas hace al menos cuatro décadas por Los Ángeles Negros, Lucha Reyes, Jorge Farías y José José.
En esa secuencia, con raíces ya muy extendidas en la cultura popular sudamericana, Norma, el nuevo disco de Mon Laferte se instala como un homenaje y también la afirmación de una identidad. Con orgullo de clase, la cantautora asume sus referentes y también una sensibilidad que excede las pautas convencionales. "Escribo de lo que me pasa, y también exagero", admite la chilena.
Pasión, dolor, anhelo y entrega musicalizados desde el testimonio hacia alturas teatrales, admite ella.
(Foto destacada: Los Vásquez)