En este episodio Javier y Nader enfrentan la mentira de que a Dios, Padre de la humanidad, no le apasionan las cosas que le gustan o apasionan a sus hijos. Se comparte la realidad de que el Padre de todos es un ser que se emociona y expresa sus sentimientos de pasión hacia sus hijos al verlos y estimularlos a hacer cosas que le gustan. Dios participa de los eventos en los cuales sus hijos e hijas se involucran porque esa es una expresión de su amor incondicional.