Un cuadro bien conocido es el del hijo joven que debe abandonar a su familia y su establecimiento rural natal, para mudarse a estudiar o trabajar en la ciudad. «Tené cuidado…», le dice su padre, y comienza a enumerar todos los males del ámbito urbano. La naturaleza humana es la misma en todos lados, pero el anonimato, la autonomía y el individualismo de las ciudades permite que ciertas reglas morales se quiebren con más facilidad. Sobre esto escuchamos un nuevo análisis de Salvador Dellutri.