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David Golden: La gracia de Dios no solo nos salva, sino que nos reconcilia con Él, nos da paz, nos sostiene en la debilidad y nos guarda del pecado y la amargura. Jesús es la fuente de esa gracia, y por medio de Él podemos acercarnos con confianza al trono de Dios. No la recibamos en vano; aprovechemos su poder transformador.