Cuántas veces habremos perdido la cabeza por amor? Porque nos entregamos al frenesí de un sentimiento apasionado o porque las cosas no han salido como lo deseabamos. Dicen que hay que mantener la cordura, pero no es acaso la cordura una cuerda que nos ata a una realidad monótona y autómata? Quién hace las reglas? Quién las rompe? Habrá acaso algún lugar para estas almas que han perdido los estribos?