Mirad, mi Siervo, a quien he escogido; mi amado en quien se agrada mi alma; sobre Él pondré mi Espíritu, y a las naciones proclamará justicia. No contenderá, ni gritará, ni habrá quien en las calles oiga su voz. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que lleve a la victoria la justicia. Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza. (Mateo 12:18 – 21, citando Isaías 42)