Hace un mes, a esta hora, empezábamos a contar cuerpos sin la menor idea de que las víctimas mortales del derrumbe del techo de la discoteca JetSet sumaría 233 muertos y más de 200 heridos.
República Dominicana que normalmente aparece en las informaciones internacionales por las hazañas de nuestros deportistas o por los efectos de algún fenómeno tropical estuvo en las portadas de todos los medios del mundo por causa de una tragedia que todos esos medios entendieron que era prevenible o evitable.
Por unos días, la política tropical cedió el espacio informativo y apareció entonces el fenómeno de este tiempo con las informaciones falsas y los buscadores de likes que fueron desde los falsos héroes hasta las dolorosas descripciones de las condiciones en que se encontraron los cuerpos donde, claro está, había nombres de famosos como el artista Ruby Pérez y el pelotero Octavio Dotel.
La tragedia de JetSet nos conmovió y nos sigue conmoviendo a todos y todas.
136 huérfanos y 19 huérfanos de padre y madre, algunos de ellos bebés que crecerán sin la mirada de por lo menos uno de su progenitores.
La mayoría de los dominicanos pobres se ha insensibilizado ante el dolor y la muerte. En el barrio donde la muerte es cotidiana, ya por la policía, ya por la delincuencia, ya por el tránsito que mata a motoristas cada día, un muerto más u muerto menos no pasa de estadística.
Pero, 233 muertes juntas, en medio de una fiesta, 200 sobrevivientes muchos con lesiones que serán permanentes no pueden quedar en números.
La justicia dominicana está acostumbrada a proteger a los poderosos y a proteger más a los poderosos con vínculos políticos como es el caso del propietario de JetSet. Mucha gente entiende que, como siempre en este caso, se juega a la desmemoria, al olvido, al dejar pasar.
Las demandas civiles correran un rumbo definido en los tribunales pero uno se pregunta porque no sabe de derecho ¿Dejarán eso así?