Se dice que Benny Hill, el humorista inglés cuyo show se presentaba en 170 países, cuando en la ONU habían 179, fue el primero en entender el fenómeno de la televisión como medio masivo y trabajar para hacerse de todos los televidentes más allá de las fronteras insulares británicas.
Su frase dale al público lo que el público quiere no ha perdido vigencia y aunque a la hora de su horrible muerte en 1992 el internet estaba en ciernes nunca como ahora tiene vigencia en medio de la confusión entre información y espectáculo que domina el mundo.
El genial periodista que es Anibal de Castro reflexiona hoy sobre la necesidad de hacer esa distinción entre periodismo y espectáculo, no por la supervivencia de los medios tradicionales, sino por la necesidad de la sociedad de tener información clara, confirmada y atiemposa sobre los temas de su interés.
Cito tres párrafos del artículo de De Castro:
“En tiempos de desinformación industrializada, recuperar el sentido original del periodismo es un imperativo democrático. No hay institución más determinante para la salud pública de una sociedad que aquella que se empeña, con obstinación y método, en contar los hechos tal como ocurrieron, no como convendría que fueran.
El periodismo ha cometido errores, pero su desaparición como poder contrapeso nos dejaría a merced de los algoritmos y de la demagogia. Sin redacciones con independencia, sin editores con criterio, lo que queda es un paisaje de opiniones sueltas y titulares fabricados para provocar clics, no para informar.
El periodismo no es un negocio cualquiera. Asemeja más una función cívica que lucha por decisiones públicas responsables y garantiza que el ciudadano no camine a ciegas, que el poder tenga rostro y preguntas que responder. Asegurar su sostenibilidad exige voluntad política, incentivos inteligentes y una ciudadanía dispuesta a distinguir entre el ruido y la señal”
Lo que plantea Anibal implica una política de certeza informativa que no se puede esperar ni del gobierno ni de los actores económicos aunque sean quienes tienen más que perder en esta barahúnda de supuestas informaciones claves y palos informativos.
Hasta los periódicos, en su lucha por sobrevivir, están dando al público lo que el público quiere y un público con educación mínima no quiere periodismo quiere entretenimiento. Cosa a la que tiene derecho.
El periodismo no es la opinión de alguien o los deseos de otros, es el simple ejercicio de compartir un hecho o varios hechos.
A propósito de la escogencia de Robert Francis Prevost Martínez como obispo de Roma ya andamos reclamando nuestra patica de ascendencia. En lo personal le preguntaría al mismo papa para no hablar cháchara aunque no sé cuanto le importa al papa donde haya nacido su abuelo o bisabuelo.
Antes de iniciar la fiesta por nuestros posibles vinculos con el nuevo líder de los católicos debo decir que Joel y yo hemos encontrado tres referencias: Una en SAnto Domingo, una en Haití y otra en Nueva Orleans. Ahorita me dicen que estoy tratando de restar méritos a RD pero el periodismo es eso.