Alcohol, adicción y trauma familiar.
Sesiones y asesoría con Christian Ortíz.
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Resumen de Episodio:
1. Alcoholismo: una enfermedad crónica y familiar
El alcoholismo no se define por la cantidad de alcohol ingerido, sino por las modificaciones patológicas en la esfera emocional, conductual y relacional de la persona que bebe. Según la Organización Mundial de la Salud, la ingesta per cápita global de alcohol (personas ≥ 15 años) es de 4.9 litros de alcohol puro al año, mientras que en México alcanza los 4.8 litros, casi al nivel mundial .
Sin embargo, en México se proyecta un aumento sostenido del consumo: para 2029 se estima un récord de 6.12 litros per cápita, tras nueve años consecutivos de incremento . Este patrón creciente expone a más familias a las secuelas del alcoholismo, pues la enfermedad no solo daña al bebedor, sino a todo su sistema familiar: cónyuges, hijos, hijas y otros parientes cercanos.
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2. Magnitud del problema en la infancia
En Estados Unidos, aproximadamente el 10.5 % de los niños y niñas menores de 18 años —unos 7.5 millones— viven con al menos un progenitor que padece un trastorno por consumo de alcohol . En el mismo país, más de 28 millones de personas se reconocen como “hijos de alcohólicos”, de los cuales casi 11 millones son menores de edad .
Los estudios sobre Adverse Childhood Experiences (ACEs) revelan que los hijos de padres con trastorno por consumo de alcohol reportan un promedio de 2.1 ACEs, y que tener incluso un solo ACE eleva el riesgo de desarrollar depresión, obesidad, tabaquismo y otros trastornos por uso de sustancias en la adultez .
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3. Secuelas emocionales y conductuales en los hijos e hijas
Los niños y adolescentes expuestos al alcoholismo parental suelen manifestar:
1. Inseguridad crónica y ambivalencia afectiva
La imprevisibilidad del progenitor (ausencias, arranques de ira, olvido de responsabilidades) impide el desarrollo de un sentido estable de normalidad y seguridad. Esta ambivalencia —amor / miedo— sienta las bases para dificultades en la formación de vínculos seguros en la vida adulta .
2. Mentiras y silencio como mecanismo de defensa
Para proteger la reputación familiar y evitar la vergüenza social, los hijos aprenden a ocultar la realidad: mienten con naturalidad y callan sus emociones. Este analfabetismo emocional limita su capacidad de expresar lo que sienten y de pedir ayuda cuando la necesitan .
3. Síndrome de Wendy y autoexigencia excesiva
Al asumir roles de cuidador desde pequeños, desarrollan un juez interior implacable. Creen que, si son “perfectos” o “muy responsables”, obtendrán el amor que no reciben de su padre o madre alcohólico. Esto deja como herencia una autoestima frágil y una constante sensación de insuficiencia .
4. Replicación o rechazo extremo del consumo
Algunos hijos terminan reproduciendo patrones adictivos en sus relaciones o en su propio consumo; otros los repudian con rigidez, considerando cualquier forma de bebida como una amenaza. Ambas respuestas son intentos de manejar el dolor y la incertidumbre heredados.
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4. Alcohol y violencia familiar.
La relación entre alcohol y violencia es contundente. En Estados Unidos, 40 % de los casos de violencia doméstica ocurren con el alcohol presente al momento de la agresión, y la severidad de los episodios aumenta si el agresor está ebrio . Otras investigaciones sitúan la cifra entre 55 % y 75 % de los incidentes de maltrato con algún grado de consumo de alcohol, y en más de la mitad de los homicidios por violencia de pareja los agresores estaban bajo la influencia alcohólica .
Este vínculo agrava el sufrimiento de los hijos: no solo viven la inestabilidad emocional del bebedor, sino el riesgo de presenciar o padecer maltrato físico y psicológico, que a su vez se suma a sus ACEs y profundiza sus traumas.
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5. La dimensión espiritual y el mito de las “zapatillas rojas”
Carl Jung alertó sobre la perturbación de la psique cuando falta una experiencia espiritual profunda: muchos buscan ese “éxtasis” en el alcohol como sustituto de una conexión mística con el todo. En la mitología, Dionisio —el dios del vino— simboliza justamente ese anhelo de trascendencia.
Para ilustrar cómo la adicción promete liberación y termina en perdición, recordemos el cuento de Las zapatillas rojas:
Una huérfanita pobre recibe un par de zapatillas blancas para una presentación en la iglesia, pero elige unas rojas que encuentra irresistibles. Al calzárselas, experimenta un baile liberador que pronto se torna macabro: las zapatillas cobran vida propia y la obligan a danzar sin descanso hasta que un verdugo le corta los pies para liberarla.
Esta parábola refleja cómo el consumo de alcohol, al inicio visto como un bálsamo, puede convertirse en un mecanismo destructor que arrastra a quien bebe y a quienes lo rodean hacia una danza mortal.
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6. Desmontando mitos y preparando el camino a la sanación
“Beber socialmente no es igual a ser alcohólico”: lo que define el trastorno es la pérdida de control y el daño en distintas áreas de la vida.
“El alcoholismo es solo un problema personal”: en realidad es un fenómeno sistémico, con impactos en la familia, la pareja, el trabajo y la comunidad.
“La culpa es mía”: ningún hijo es responsable de la enfermedad de sus padres. Reconocer esto libera del autojuicio y abre espacio al autocuidado.
Estrategias de sanación:
1. Reconocimiento compasivo: aceptar que la familia de origen no determina el destino.
2. Intervención profesional: terapia individual, de pareja y grupal; programas de 12 pasos que integren enfoques clínicos y transpersonales, evitando literalismos religiosos.
3. Cultivo del mundo interior: prácticas contemplativas, artísticas o filosóficas que conecten con un sentido profundo de la vida (logos).
4. Educación emocional: aprender a nombrar y expresar emociones, y a construir vínculos seguros.
5. Redes de apoyo saludables: amistades y grupos que promuevan autonomía y crecimiento mutuo.
6. Reescritura de la propia historia: identificar patrones heredados, cuestionarlos y elegir nuevos mapas de conducta.
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7. Hacia una transformación heroica
La adicción, aunque dolorosa, puede ser una oportunidad de crisis transformadora. Al atravesar el umbral del sufrimiento y la conciencia, es posible renombrarse en el mundo y decidir otro camino: uno donde la familia sea origen pero no destino.
Si te reconoces en estas experiencias, no te quedes en silencio. Busca ayuda: grupos de AA con estructura seria, terapia individual o grupal, libros y recursos confiables. Cada paso hacia la sanación interior te acerca a una vida más plena y menos marcada por los fantasmas del pasado.
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