Frente a Pilato, Jesús afirmó: “Mi reino no es de este mundo.” (Juan 18:36, NTV)Este fue un momento crucial. Pilato pensaba que Jesús iba a luchar por una corona terrenal, pero Él dejó claro que su Reino no se basa en poder militar ni en riquezas. El Reino de Dios es eterno, transformador, y diferente a todo lo que conocemos. Jesús vino a traer un Reino que cambia corazones, no gobernantes ni territorios.
Hoy, cuando buscamos el poder, el éxito o el control, ¿recordamos que el Reino de Dios no es de este mundo? Jesús no vino a imponer una corona visible, sino a gobernar en los corazones de aquellos que le siguen.
El Reino de Dios no depende de lo que el mundo valora. Se trata de una transformación interior, que comienza cuando permitimos que Jesús sea el Rey de nuestras vidas.