En el Reino de Dios, los valores están completamente invertidos respecto a lo que el mundo considera éxito o bendición. Jesús dijo: “Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. Dios bendice a los humildes, porque heredarán toda la tierra.” (Mateo 5:4-5, NTV)
En nuestra lógica humana, llorar es señal de debilidad. Ser manso es ser pasado a llevar. Pero en el Reino, quienes lloran no son abandonados, sino abrazados. Quienes eligen la humildad sobre la arrogancia, recibirán herencia eterna.
La mansedumbre no es falta de fuerza, es fuerza bajo control. Y el llanto no es derrota, es el umbral de la consolación divina.
¿Estás dispuesto a valorar lo que el cielo valora, aunque el mundo lo desprecie?
En el Reino, los últimos heredan. Los quebrantados reciben. Los mansos conquistan.