El don de la vista
Helen Keller, quien quedó ciega y sorda a los diecinueve meses, dijo:
"Un día le pregunté a una amiga que acababa de regresar de una larga caminata por el bosque qué había visto. Ella respondió: 'Nada en particular'.
'¿Cómo era esto posible?' me pregunté, 'cuando yo, que no puedo oír ni ver, encuentro cientos de cosas que me interesan solo con el tacto. Siento la delicada forma y el diseño de una hoja. Paso mis manos amorosamente sobre la corteza rugosa de un pino. Ocasionalmente, coloco mi mano suavemente sobre un pequeño árbol, y si tengo suerte, siento el alegre temblor de un pájaro en pleno canto.'
'La mayor calamidad que le puede ocurrir a las personas no es que nazcan ciegas, sino que tengan ojos y no vean.'"