El libro de Ester, que le sigue a Nehemías, está situado en el mismo periodo histórico, durante el reinado del imperio Persa, en los años entre los acontecimientos del capítulo 6 y 7 del libro de Esdras. El libro lleva el nombre de Ester, una chica judía que vivió en el imperio y que llegó a tener un papel muy importante entre el pueblo judío.
La escena se sitúa en Susa, capital del imperio Persa. Muchos judíos habían vuelto a Jerusalén, pero muchos más permanecían aún en el exilio. Había judíos en diferentes ciudades a través del imperio de los persas, y muchos de ellos se habían integrado en la cultura y tenían cargos importantes. Tal era el caso de Mardoqueo, tío de Ester, el cual trabajaba en la residencia real en Susa.
Asuero, el rey de Persia, también conocido como Jerjes era un hombre al que le gustaba beber y que se dejaba llevar por los consejeros de la corte. Tal era el caso, que después de haber hecho fiesta durante medio año seguido, durante una de las celebraciones, después de haber comido y bebido con dignatarios de otros lugares, llamó a la reina Vasti para que se presentara ante sus invitados, todos hombres, para que el rey pudiera mostrarles su belleza. Vasti, que estaba haciendo banquete aparte con las mujeres, envió a decir que no iría. Imagino que por un lado estaba acostumbrada a ser exhibida por su marido el rey, y por otro, se había acostumbrado también a llevar una vida paralela a la de su marido. Ambas opciones son penosas, ya que el diseño de Dios para el matrimonio es uno de compañerismo y complementariedad, y estos dos opciones no mostraban nada de esto.
Leemos que Memucán, uno de los príncipes de Persia y Media, aconsejó al rey que no permitiera que Vasti viniera ante el rey nunca más, y que buscara otra reina en su lugar. Su argumento era que si no destituía a Vasti, las mujeres del reino comenzarían a menospreciar y odiar a sus maridos. Y tristemente vemos que Asuero el rey escuchó a Memucán e hizo decreto destituyendo a la reina Vasti, y mandó también cartas por todo el reino para que los hombres afirmasen su autoridad sobre sus mujeres.
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Vemos en el capítulo dos que este mismo Asuero organizó un concurso de belleza en la capital, y trajeron a todas las doncellas de buen parecer del reino al palacio a cargo del eunuco Hegai, para que después de largos días de preparación, fueran presentadas al rey. Y aquí vemos que Ester fue llevada al palacio. A petición de su tío Mardoqueo, Ester había escondido su identidad judía, de modo que cuando fue elegida para ser reina, nadie sabía que ella era parte del pueblo judío.
Ester sería usada por Dios en un momento de la historia para salvar al pueblo de Dios de la destrucción. Pero habiendo leído el principio del libro, uno solo puede ver a una hija de Dios viviendo en un mundo pagano, y totalmente integrada en la sociedad, de tal modo que nadie podría decir que ella era diferente a las demás. De haberse mantenido así, Ester no hubiera tenido ningún papel en la historia del pueblo de Dios. Si Ester su hubiera adaptado a la vida de palacio y simplemente hubiera disfrutado del privilegio de ir de plebeya a reina del mayor imperio de sus tiempos, no tendríamos el libro de Ester en nuestras Biblias.
Dios tenía planes para Ester, mas ella tendría que arriesgar su vida para poder llevarlos a cabo.
Cuando el libro nos presenta lo que parece una inminente masacre del pueblo de Dios, vemos que Ester tomó un paso de valentía y reveló su verdadera identidad. Dejando a un lado todos los privilegios que había conseguido, tomó la decisión de identificarse con Dios y con su pueblo a pesar de arriesgarse a ser destruída junto con todos los judíos. Su tío Mardoqueo se lo había presentado de esta forma:
“No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” Ester 4:13-14
Mardoqueo, el cual en un principio la había animado a esconder su identidad, le recuerda a Ester que si ella no se levantaba declarando su identidad e intercediendo por el pueblo, Dios levantaría a otro en un futuro para traer liberación al pueblo. Mas advierte a Ester que quedándose callada en palacio, ella y los suyos acabarían pereciendo.
¿Quién sabe si Dios no te ha puesto en el lugar donde estás para ser usada para la liberación de tu pueblo?, le preguntó Mardoqueo.
Dios había permitido que una hija suya llegara a estar en la corte real. Y Mardoqueo entendía que Dios tenía un plan para ella.
Ester contestó a Mardoqueo pidiéndole que ayunaran y oraran por ella durante tres días, y confiando en el Señor, tras este tiempo, se presentó ante el rey, sabiendo que si este no la recibía o no aceptaba su petición, podría perder la vida. Ester estaba dispuesta. Había dejado a un lado su miedo a ser diferente y estaba declarando quién era su Dios.
¿Dónde te ha puesto a ti Dios para ser una pieza clave en Su plan perfecto? ¿Eres hija del Dios del cielo? ¿Saben los que están a tu alrededor que sigues al Dios verdadero? Puede que no hayas compartido tu identidad en Cristo con los de tu alrededor, pero, ¿Y si Dios te ha colocado donde estás con un propósito específico? ¿Tendrás la determinación de Ester de levantarte en nombre de Dios y ser usada para Su plan perfecto, o permanecerás de incógnito en tu trabajo, instituto, vecindario, o donde quiera que Dios te haya puesto?
Pongamos el tema en oración y cumplamos aquello para lo que Dios nos ha creado, para traer gloria a Su nombre.