El pasado 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció en un discurso televisado en plena madrugada, el inicio de una operación militar que, con la excusa de "desmilitarizar" y "desnazificar" ucrania, supuso en la práctica, el inicio de una invasión.
No es este el lugar de buscar posibles justificaciones o analizar un conflicto que, aunque nosotros hemos visto en las noticias desde el pasado febrero, lo cierto es que lleva calentándose desde el año 2014.
El caso es cuando comienza un conflicto de estas características, o cuando hay una catástrofe natural, o un movimiento migratorio causado por cualquier circunstancia, de manera automática empezamos a movernos para llevar nuestra solidaridad hasta el lugar de emergencia humanitaria.
Y eso está muy bien. Ojalá fuéramos así de solidarios con todas las personas, incluso las que tenemos más cerca.
El problema es que las donaciones suelen estar organizadas, en primera instancia, por instituciones o grupos muy pequeños y locales que normalmente no tienen ni idea de lo que realmente se necesita y de los problemas que pueden surgir cuando se donan algunos productos.
Es el caso de los preparados para lactantes, la "leche artificial". Es uno de los productos en los que primero piensa todo el mundo, pero con muy poco sentido común.
Es gracioso cómo en algunos carteles de petición de donaciones se advierte, con mucho sentido común, que es mejor no donar productos como las legumbres secas o el arroz, porque llegarán a zonas donde es posible que no haya agua ni fuentes de calor, pero se pida, a renglón seguido, biberones y leche y papillas en polvo.
Hoy en Radio Teta, te hablo de por qué no hay que donar leche artificial en caso de emergencia humanitaria.