En las persecuciones más encarnizadas, estos testigos de Jesús conservaron su fe sin mancha. A pesar de verse privados de toda comodidad aun de la luz del sol mientras moraban en el oscuro pero benigno seno de la tierra, no profirieron quejas. Con palabras de fe, paciencia y esperanza, se animaban unos a otros para soportar la privación y la desgracia. La pérdida de todas las bendiciones temporales no pudo obligarlos a renunciar su fe en Cristo. Las pruebas y la persecución no eran sino peldaños que los acercaban más al descanso y a la recompensa.