Esta obra reactiva de visuales en tiempo real, propone una visualización sensible de los procesos de acoplamiento estructural de la vida ante la presencia humana, basándose en los conceptos de autopoiesis (Maturana y Varela), enmarañamiento (Barad), y la trama de la vida (Capra). La presencia humana representada en la voz activa un sistema reactivo, generando una dualidad visual: filamentos blancos que representan la persistencia de la vida en armonía, y filamentos negros, que simbolizan procesos de deterioro provocados por perturbaciones de caos.
La voz humana no es neutral; es una perturbación en un sistema vivo abierto que, como plantea Capra, responde con cambios estructurales en su red interconectada. Esto se conecta con la noción de acoplamiento estructural de Maturana y Varela: los organismos vivos, al entrar en relación, no permanecen inalterados, sino que se transforman mutuamente. Desde el enmarañamiento de Barad, estas relaciones no son simples interacciones entre entidades ya constituidas, sino intra-acciones: el ser humano y los otros seres co-emergen en un mismo fenómeno de existencia.
En este contexto, la obra se inscribe en una ética tecnopoética que interroga nuestro papel como especie que afecta la trama de lo viviente. Retomando a Gilbert Hottois, se propone una bioética contemporánea ampliada, no centrada exclusivamente en el bienestar humano, sino en la consideración ética de otros seres. Esta ética reconoce que nuestras tecnologías, lenguajes y actos tienen efectos sobre plantas, animales, ecosistemas y otros seres.
La obra nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como agentes que alteran tanto sistemas vivos como no vivos. Nuestra presencia, expresada como poder y dominio antropocéntrico a través del lenguaje, particularmente la voz, actúa como una perturbación que, si bien genera desequilibrio, también puede ser necesaria para dinamizar y transformar dichos sistemas.