En Chile se ha discutido más de una vez la idea de definir un paisaje nacional, en un territorio que ofrece una geografía extensa, diversa y desigual, con historias de colonización, de explotación de recursos naturales y desarrollo económico, de conflictos locales y crisis globales. Pero el paisaje constituye un área de estudio estrechamente vinculado a la suma de experiencias personales y colectivas, un campo de afectos capaz de activar la comprensión del paisaje como un entorno cambiante.
Para la arquitecta y experta en paisaje Romy Hecht, su infancia en Tierra del Fuego forjó algo de su carácter, gracias al silencio del aislamiento y a un horizonte distante, curiosamente envolvente en su lejanía por su veloz capacidad de transformación según la presencia y posición del sol, sumado a la irrupción de polvaredas, alambradas, golpes de sonido y nubes oscilantes. Para ella, no tener referencias geográficas obvias ni estables determinó su sentido de lugar, y le permitió entender que el paisaje no es algo que aparece por arte de magia, sino que es una expresión de sus habitantes por establecer una relación con su entorno. En esta reflexiva actividad, Hecht compartió sus conocimientos e ideas en torno a la noción de paisaje y la relación individual con este, transitando hacia una perspectiva comunitaria, sociocultural y patrimonial.