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Todos hemos sentido cómo una canción puede ponernos la piel de gallina, despertar recuerdos o arrancarnos lágrimas. La música tiene ese poder de mover nuestras emociones… pero en la iglesia, la música es más que un simple recurso emocional: es una herramienta para llevarnos a la presencia de Dios. En este episodio vamos a descubrir juntos dónde termina lo emocional y dónde comienza lo espiritual, y cómo podemos usar la música no solo para sentir bonito, sino para adorar verdaderamente al Señor con todo nuestro corazón.”