
El libro de los Salmos termina con estas invitaciones para que todo lo creado, alabe al Señor. En esta poesía, el salmista comienza invitando a que todos los poderosos ángeles alaben al Señor. Es interesante que cuando vamos al libro de Apocalipsis, en el capítulo 4 se nos presenta una escena de la adoración celestial. Los ángeles que están delante de Dios, constantemente lo están alabando. La naturaleza, también alaba al Señor. Es solo cuestión de que prestemos atención: las aves alaban al Señor; también las criaturas en los océanos alaban al Señor. Hasta las tormentas alaban al Señor - ellas son controladas por Él - en realidad, toda la creación se sujeta al Creador. A excepción de nosotros. El ser humano puede elegir alabar al Señor, o puede no hacerlo. Pero el salmista nos invita a hacerlo; él nos invita a alabar al Señor - a reconocerlo por todo lo que hace en nuestras vidas. Él no solamente nos creó; también es el que sustenta nuestra vida. Si no fuera por su poder, ya no tendríamos oxígeno, agua, y el alimento que necesitamos para subsistir. Si Dios ha sido tan bueno con nosotros, ¿cómo no alabarlo? Alabemos al Señor. Él es digno de toda la gloria y de toda la honra. Que el Señor te bendiga.