Este es uno de los salmos más citados en el Nuevo Testamento para presentar una de las verdades más centrales del cristianismo: Jesús tiene un origen divino. Aquí el Rey David nos presenta una gran revelación: Él pudo ver a Dios, en su Trono, hablando con otro ser a quien David también reconoce como divino, ya que le llama Adonai. Dios promete luchar contra los enemigos del Mesías, y ponerlos bajo sus pies. Se promete la victoria absoluta de Dios y de su Mesías contra todos los que se oponen o les hacen la guerra. El apostol Pablo, en 1 Corintios 15:25 nos señala este mismo Salmo, y nos revela que el último enemigo en ser vencido será la muerte. Pero no solo se presenta a Jesús como Rey y Señor, sino también como nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. Y esa es la función que Jesús ahora está realizando en los cielos. Él es nuestro Sumo Sacerdote; es decir, nuestro Abogado y nuestro Intercesor. En el Juicio de Dios, Jesús se presentará a nuestro favor. Él presenta su propia sangre, que derramó en el Calvario, y pide que seamos perdonados en virtud a su sacrificio y a su vida perfecta. Es por eso que este Salmo, que en pocos versículos nos enseña tanto sobre la obra del Mesías, fue tan citado por los autores del NT. La victoria está asegurada. Cristo Jesús será vencedor, y nos permetirá participar de su victoria. Alabado sea el Señor. Que el Señor te bendiga.