Hoy exploramos la naturaleza inevitable de las pruebas en la vida del creyente, no como algo inesperado o extraño, sino como parte del plan de Dios. La pregunta crucial no es si vendrán dificultades, sino cuál será nuestra actitud ante ellas, ya que estas revelan y refinan la calidad de nuestra fe. El sufrimiento, al igual que el fuego purifica el oro, fortalece y purifica la fe, desarrollando paciencia y perseverancia que no son resignación pasiva, sino una firmeza activa que busca la madurez y la semejanza con Cristo. La clave para perseverar y encontrar gozo en medio de la aflicción es el amor a Dios, con la mirada puesta en la recompensa final: la corona de vida prometida a quienes le aman y soportan fielmente las pruebas. Santiago 1:1-4, 12.