LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Samuel 9:1-13; Proverbios 15:1-5; 25:11-15; Mateo 5:43-48; Lucas 6:35, 38; Efesios 4:32; Colosenses 3:12-14.PARA MEMORIZAR: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col. 3:12).CUANDO PABLO ILUSTRÓ cómo se comporta el amor, la paciencia vino a su mente en primer lugar: “El amor es sufrido” (1 Cor. 13:4). Inmediatamente después de la paciencia, él escribió que el amor es “benigno”, mostrando que el amor y la benignidad van tan juntos que sin la amabilidad ningún acto es realmente hecho por amor.La paciencia, vimos, es el amor que soporta. La benignidad, por otro lado, implica una expresión más activa del amor. A menudo la paciencia podría manifestarse al no hacer nada; la benignidad, en contraste, se manifiesta en aquello que decimos y hacemos. Esencialmente, en la manera en que lo decimos y hacemos; y, más importante aún, en el porqué lo decimos y hacemos.La benignidad no está fuera del alcance de nadie, aunque pueda demandar sacrificio de tiempo y energía. La benignidad se revela de muchas maneras. Y, como su primo cercano el “amor”, tiene un poder increíble; la benignidad es un testimonio en sí misma y por sí misma de cómo es Dios.