Llego tarde en la noche después de una jornada extenuante, donde los tumultos emocionales y corporales de las personas desgastan el ambiente normal de una ciudad como Medellín. Ya en casa, opto por no encender el televisor para ver noticieros bombarderos de mensajes catastróficos que se disfrazan de tragedia política, desesperanza social, entretenimiento superfluo y toda información que obedece solamente a “la chiva” del momento; informes morbosos y amarillistas que se queman hasta sacarle la última cifra de repunteo en el rating de la televisión nacional.
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