“Con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu ni por palabra ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca” (2 Tesalonicenses 2:1, 2).
En 2 Tesalonicenses capítulo 2, Pablo anima a la iglesia a continuar firmes en la verdad recibida, y que no permitan ser engañados por nada ni por nadie. Anticipa que habría un desvío de la fe, y que el anticristo se manifestará antes del Día del Señor. Describe al hijo de perdición como un poder arrogante y dominador que reclama ser adorado, asume prerrogativas divinas y se presenta como si fuese el mismo Dios.
En un sentido más amplio, este poder se identifica como el mismo Satanás, quien ha pretendido ser como el Altísimo. Satanás extrema sus esfuerzos para presentarse como Dios y destruir a todos lo que se le oponen. Está activo, actuando como acusador y engañador. Todo aquel que descuida su comunión con Dios se constituye en presa fácil de los engaños del enemigo, al dar crédito fácilmente a las mentiras presentadas por aquellos que se oponen al verdadero Dios.
¿Cómo enfrentar a este experimentado engañador? Pablo aconseja permanecer firmes y vivir las buenas enseñanzas recibidas. Tanto el Salvador y el Consolador como el Acusador y Engañador se disputan el dominio de nuestra mente y corazón. El primero lo hace con cuerdas de amor y verdad; el segundo, con lazos de engaño y mentira.
Elena de White nos dice que cuando Satanás ve que corre peligro de perder a un alma, hace cuanto puede para conservarla, y mucho más cuando el tentado y afligido busca a Jesús (Joyas de los testimonios, t. 1, p. 122).
Jorge Benny comparte seis claves de una experiencia victoriosa: ¿Cómo vencer en la vida? Orando. ¿Cómo vencer al diablo? Orando. ¿Cómo vencer las pruebas? Orando. ¿Cómo vencer las tentaciones? Orando. ¿Cómo vencer las tribulaciones? Orando. ¿Cómo vencer las persecuciones? Orando.
Sin oración seremos siempre derrotados. Necesitamos hacer de la oración nuestro estilo de vivir permanentemente en la presencia de Dios. Nuestra única alternativa de victoria es permanecer al lado de Cristo, orando para que el Espíritu Santo nos conceda sabiduría con el fin de reconocer las mentiras y las fuerzas para permanecer del lado de la verdad.
Es una lucha injusta y desigual, con derrota garantizada, si luchamos solos; sin embargo, “si el que está en peligro persevera, y en su impotencia se aferra a los méritos de la sangre de Cristo, nuestro Salvador escucha la ferviente oración de fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para que lo libren” (ibíd.).