“Por esta razón también oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder. Así el nombre de nuestro Señor Jesucristo será glorificado en vosotros y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:11, 12).
Pablo ruega por tres cosas para los creyentes:
1-Por una vida digna. No solo dignos en la entrada al Reino de la gloria sino también dignos para vivir la fe presente. Necesitamos vivir a la altura de los valores del Reino anunciados por Jesucristo. El ser humano debe representar y reflejar el carácter de Dios. La razón por la cual el cristiano vive una vida digna y superior es porque está orientada y regida por los mismos valores de Dios.
2-Por una vida poderosa. No se trata de poder para hacer lo que uno quiere, sino de poder para hacer la voluntad de Dios. Este poder es resultado de la dependencia de Dios. El mismo Jesús reabastecía su alma de poder a través de la oración.
En el silencio de las noches, Jesús se retiraba para tener comunión con su Padre, e invitaba muchas veces a sus discípulos. “En la oración, Cristo obtenía poder de Dios, y prevalecía. Mañana tras mañana, y noche tras noche, él recibía gracia para poder impartir a otros. Entonces, con su alma henchida de gracia y fervor, salía a ministrar a las almas de los hombres” (Elena de White, El ministerio pastoral, p. 324).
3-Por una vida que glorifique a Cristo. El Señor es glorificado en sus hijos en su venida y también en el presente. Las vidas salvadas y las vidas santificadas lo glorifican. El creyente glorifica a Cristo y Cristo glorifica al creyente. Pablo expresa que esto se hace por la gracia de Dios. La gracia nos conduce a la gloria.
Elena de White nos dice que Jesús veía en toda alma a un ser que debía ser llamado a su Reino. “Su intensa simpatía personal lo ayudaba a ganar los corazones. Con frecuencia se dirigía a las montañas para orar en la soledad, pero esto era en preparación para su trabajo entre los hombres en la vida activa. De estas ocasiones, salía para aliviar a los enfermos, instruir a los ignorantes y romper las cadenas de los cautivos de Satanás” (El Deseado de todas las gentes, p. 125).
No hay vida digna, poderosa y que glorifique a Dios si no construimos sobre la comunión para ser consumidos en la misión.