“Porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses 5:5).
Pablo dice que somos hijos de la luz y del día, que no podemos dormir frente al gran evento que se aproxima, mientras que los hijos de las tinieblas se esconden y viven en la suciedad del pecado; por eso son de la noche, indiferentes o ajenos al inminente regreso del Señor.
Ser hijos de la noche es rechazar la Revelación, vivir en incredulidad, practicar la inmoralidad y dormir el sueño de la muerte. Ser de las tinieblas significa pertenecer al enemigo y, por lo tanto, actuar en rebeldía contra Dios.
Pero Pablo dice que no somos hijos de las tinieblas y de la noche. No somos hijos de rebeldía, desobediencia, ira, maldición y muerte. Por la redención en Jesús, somos hechos hijos de comunión, obediencia, justicia, bendición, resurrección y vida.
Burt dice que el binomio luz-tinieblas y día-noche vertebra toda la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis. Cuando todo era tinieblas, las primeras palabras de Dios registradas en las Escrituras fueron “Sea la luz”. Y, cuando el Apocalipsis termina ya en la descripción de la Ciudad Celestial, se dice que no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará.
Cuando el hombre cedió a la tentación, el diablo transformó el mundo en un mundo oscuro por el pecado. Cristo vino cuando todo estaba en tinieblas espirituales para trasladarnos del reino de las tinieblas al Reino de la Luz.
Los hijos de las tinieblas y de la noche viven para el presente siglo, regidos por el príncipe de las tinieblas, mientras que los hijos de la luz y del día viven para el siglo venidero, regidos por el Príncipe de justicia y la Luz del mundo. El príncipe de las tinieblas ha recibido un golpe mortal, pero sigue gobernando. El presente siglo está moribundo, pero aún no acaba. Hasta que Cristo vuelva en gloria, seguirá este período transitorio de convivencia de las tinieblas y la luz, de la noche y el día.
Solo hay dos opciones. O se es hijo de la noche o hijo del día, de la luz o de las tinieblas. O perteneces a este mundo caduco en vías de extinción o al siglo venidero, a pasos de su reestreno definitivo.
La Luz del mundo ya vino, pero está por venir nuevamente. Seamos hijos de Dios, que no viven para este mundo que se termina, sino para el Reino que nunca acabará.