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Regalame un Cafecito.
¿Y si te cuento
que a esta peli ya la vi?
No me gustó el final
por eso siempre estiro las pelis
un poco más,
para no ver el fin.
Porfa, decime que sí.
¿Cuántos minutos me das?
Tengo el cuaderno y la tinta,
la cámara, el mic, el cast,
todo lo necesario para filmar
una escena más; tenemos sonido
y luz; como la chispa de esa vez
en que la estática pateó nuestros cuerpos.
Un roce de nuestras manos,
la peli pudo terminar ahí.
El susto, las risas,
la cámara lenta, la cercanía.
Un poquito de miedo,
un poquito de ganas
de abrazarte y no soltarte.
Los créditos finales,
ni un solo nombre,
nada más esta verborragia
cursi, producto de la descarga.
No cierra presionando en la herida.
Ahora me toca espectar.
Los minutos no se suman,
pero se dilatan,
es el presente que acorrala
como una humareda
o salir a caminar en la niebla.
Pero tus ojos siguen ahí,
aunque me atraviesen las nubes.
Tus ojos se sostienen
aunque el tiempo se pare.
Tus ojos me miran
aunque te bese y los cierres.
Tus ojos permanecen
aunque el resto del sueño se difumine
en el olvido del alba,
justo después de despertar.
Este corazón que te escribe
le tiene terror a tus ojos.
Porque teme que lo puedan ver
mientras espía atras de las cortinas.
Aunque haya luz en tu casa
y en la mía siga estando oscuro,
tiene miedo de que le vean la cara
y tenga que salir otra vez.
Otra vez,
A esta peli ya la vi
y nunca me quedé para el final.
Podés venir a verla conmigo:
yo no te la pienso contar.