Las posibilidades de intervenir sobre la enfermedad aterosclerótica son múltiples y no siempre farmacológicas. Es difícil no dejarse influir por la atractiva idea de reducir el riesgo aterosclerótico ingiriendo moderadas cantidades de una bebida alcohólica, sobre todo si esto resulta de nuestro agrado. La gran pregunta es: ¿debemos recomendarlo a nuestros pacientes?