Atiende solo tu respiro, concéntrate.
Sensibilízate a esta acción,
respira con voluntad, con ganas, a profundidad,
a ritmo libre, consciente, muy consciente.
Siempre que respiras, respiras tu fuerza,
no lo olvides, así que respira consciente,
con la serenidad que cuentas.
Si necesitas más, provéetela.
Haz que cada respiro sea consciente, profundo
y haz un breve análisis de tu condición,
qué tan relajado, si sostienes alguna inquietud,
si se te cruzan pensamientos, si respiras ansiedad.
Ante todo eso, haz cada vez más consciente el respiro.
Siempre ayuda un poco visualizar, imaginar,
y estás ahí, en tu sistema,
con todo tu organismo en función.
Y cada órgano respira,
haciéndose partícipe de ese sistema,
y te recorres, e imagina los fluidos,
los conductos que intencionas para permanecesr así,
en tal introspección, con tal quietud,
aventurándote en ti,
haciéndo, creándote un instante en tu verdad.
Todo eso a voluntad,
porque quieres hacerlo,
porque has elegido ésto y te complace,
aunque sepas todo lo que puedes advertir,
que tal vez no sea tan agradable,
pero para eso te preparas, para eso te conoces,
te dispones y te alientas.
Y el respiro se hace sutil, imperceptible,
viene de adentro, se produce tan adentro,
porque lo que buscas es mover,
remover, lo que habita ahí
y aquello que persiste por habitarte
y ya no quieres.
Todo es parte del juego dual.
¿Cómo se hace? , dirás.
Sé constante, sé puntual, sé obstinado,
sé implacable, no alientes tu lado opresor,
el que desestima todo, incluso tu fuerza,
y opaca tu verdad.
Es con esa fuerza que resistes
ese lado negador y lo respiras igual, sin temor.
Se hace el acechante, el que intriga,
el que tienta, el que reduce e incomoda,
el que se venga y el que ataca.
Lo respiras igual y estás consciente,
porque la fuerza está
en lo que se siente lumínico y amado,
perfecto, abierto.
Y respiras eso, igual.
Lo que es bondad, cercanía, confianza.
Respiras eso.
Lo que es firme y se muestra en firmeza,
en lo que principios y valores son:
respeto, lealtad.
Respiras eso.
Lo que se trata es que equilibres,
sabiendo ya quién quieres ser.
El respiro te lo dice: ¿serenidad o agitación?
¿Confianza o temor? ¿Burla o control?
¿Y el cansancio, el agotamiento?
¿La decadencia misma?
Cuando por más que te observes,
no existe aquello,
que te permita pronunciarte en verdad,
sentirte, manifestarte, accionar como Es.
¿Qué se hace con eso?, dirás.
Muéstratelo, oculto jamás.
Aunque te desgarres,
porque, de no hacerlo, lo haces en los demás.
Muéstrate.
Respiras, todo, te respiras todo.
Y dirás, ¿el balance?
Potencia la parte que Es, la que eres.
Abre todo circuito, desbloquea la falsedad,
rompe con toda maldad, evita mentir,
expresa lo que Es y respira.
Cuando te atreves, lo otro se potencia.
Es cuando respiras con más libertad,
más arrobo, más fe, más realidad,
consigues lo que tu amor es: algo indescriptible.
Pero te haces sensible, susceptible a atraparlo,
hasta que igualmente se libera,
te liberas en amor, se libera tu amor,
eres libre en amor, es libre tu amor.
No es cuestión que lo sientas,
lo eres, lo produces, lo haces en cada acción.
Ni te afanes en decirlo o pronunciarlo,
hasta mentira sería.
Acción, hecho, verdad.
Respira a plenitud,
con la potencia que eres y contienes,
de lo que podría ser tu verdad, tu amor,
de haberlo creado y concebido como Es.
Porque eso hace tu sistema,
para eso existes, por eso vives.
Cuanta verdad eres, cuanto amor tienes.
No deberías engañarte, ya no, no es tiempo.
¿Cómo va tu respiro?
Haz que se reduzca, que te sostenga,
suspéndete ahí, percibe el perfecto equilibrio
y hazte en tu bondad, en tu infinita bondad,
en tu supremo amor, en tu ferviente verdad,
y en tu infinita luz.
Amado mío, bendícete ante tales males.
Bendícete.
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