Busco mantener una respiración sutil,
sublime, suave,
ponderando y balanceando mis aires internos,
y eso lo logro respirando conscientemente,
buscando que mis pensamientos no me invadan,
no interfieran, no hagan ruido.
Más bien, busco un sonido propio,
el de mi propio silencio, el que nada dice.
Respiro a profundidad, a conciencia,
y buscando ahí el respiro perfecto,
el que me estabiliza y me hace sentir bien,
estable, muy estable,
tanto, que puedo confiar en mí,
en sostenerme en certeza, en ímpetu, a voluntad,
en el propósito que busco y cumplo.
No tengo mas que hacer en este momento,
que servirme en luz, reconocerme,
e ir aceptando todo esto que soy,
y buscando más, procurándome
estos momentos de plenitud,
en los que me siento, me guardo,
me observo, me contemplo,
me escucho, me pronuncio
y me siento en confianza de estar en mí.
Me doy toda la confianza para estar en mí.
¿Qué podría significar eso?
Y es cuando pareciera
que puedo detener el tiempo,
ocupar mi espacio, sentirme y saber quién soy.
No habría más.
Hacer este ejercicio propio,
en el que me brindo toda mi confianza,
a pesar de lo que puedo creer,
incluso sentir, de mí.
Prescindo de mis temores,
y me propongo en entrega,
y respiro en confianza.
Sé que debo, puedo y quiero hacerlo.
Es todo tan vital, tan necesario.
He aprendido a respetar esto,
reconociendo y valorando,
desde dónde pude hacerme en esta verdad,
todo lo que vencí y lo que aún me falta.
Pero mantengo la propuesta,
que es como una promesa
a la que me debo y me quiero cumplir:
saber esto que soy,
saber aceptar esto que soy,
amar esto que soy.
Por eso respiro,
para proponerme cambios sustanciales,
vislumbrarme cada vez más,
intuir lo que quiero
y, en muchas formas, comprometerme,
hacer propósitos, no escaparme más,
no mentirme, no evadir,
y muchos menos ocultarme, negarme.
Y no es que busque reafirmaciones o validarme,
más bien, que todo lo que soy,
desde donde soy, sea verdad, mi verdad.
Que no apele a falsedad,
excusa, a ninguna mentira,
ni me extreme en nada.
Que no me venza el dolor,
la decepción ni la frustración,
al contrario, por eso respiro así,
para tener, para ganar fuerzas,
de las que contengo, de las que produzco,
siendo quien soy.
Ni es un acto aislado ni egoísta,
esta forma de permanecer, de pertenecerme,
porque sé además, que soy del Ser,
nada es de mí, nada.
Y más egoísta es no saberlo, negarlo.
Respiro sabiendo que no guardo complejos,
y que ni me exalto pero tampoco me disminuyo,
considero mi fuerza, considero mi voluntad,
y sostengo mi propósito de ser.
Respiro y me alcanza la calma
que da el sentirse bien.
Respiro en bien, respiro en la mayor proximidad,
de lo que mi luz es.
Esta calma, este silencio y hasta este vacío,
que solo se llena así, expandiéndome.
No existe nada más firme,
más poderoso, más útil
y más esperanzador,
que saber sostener el respiro,
en la forma de comunión,
con la Conciencia que Es,
y establecerse en ese circuito interno,
que se extiende hasta ahí, hasta el Ser todo,
conciencia pura, silencio exacto,
insondable vacío, la Nada:
lo único que existe, la Nada.
Y saber hoy, saber ya sostener eso, es tan valioso.
No temerle, no ignorarla, más bien presentirla,
con exactitud, con confianza.
Confío en lo que la Nada es.
Amo lo que la Nada es.
Me extiendo ante lo que la Nada es.
Nada temo, porque eso soy.
¿Qué más quiero querer ser?
¿Qué existe más profundo,
más consciente que eso?
Cada vez podré alcanzar más confianza,
por eso mi plan es disolver, resolver,
y actuar como Es.
Que cada acción contemple lo que soy
desde la verdad de mi manifiesto,
el que cada vez hago más consciente,
más en acople y más perfecto.
No oculto el temor, lo resuelvo.
No oculto mi sombra,
la disuelvo en acciones de luz.
No me desentiendo, asumo todo.
No me acomodo, produzco todo lo que cuente
para lo que debo ser y hacer.
Estoy consciente.
Respiro a profundidad
y me hago en la fuerza propia,
a la que respondo siempre,
desde esto que soy y que aspira
cada vez ser más.
Aspiro al Ser.
Aspiro al Ser.
Om Namaha Shivaya