Lectio divina de "Compartiendo la Fe"

A Dios no se les piden pruebas para poder creer en Él.

En este conjunto de parabolas, Jesús está enseñando acerca de la vigilancia constante en la que debe vivir el cristiano. La cizaña es muy parecida al trigo, pero no es igual. Debemos estar atentos y evitar que el enemigo venga y la siembre.

María Magdalena se quedó en el sepulcro llorando pues en realidad, que no estuviera el cuerpo de Jesús, no era para ella una prueba de su resurrección.

Los fariseos llegaron a exagerar la norma que Dios impuso. Olvidaron que la salvación va mas allá al cumplimiento de la ley y que incluso, la misericordia es mas agradable a los ojos de Dios que una obediencia mal intencionada.

El ser humano se ha impuesto a ir por la vida cansado, fatigado, agobiado por un yugo formado por las cosas mas sencillas de la vida y circunstancias dificiles que suelen pasar. Ante esta realidad, el yugo de Jesús nos da fuerza en la mansedumbre y la humildad.

La gente que cree conocer a Dios, los que creen que tienen una relación unica e inmejorable con Él; son los que menos viven dentro de su voluntad.

Jesús advierte que la falta de fe en Él como hijo de Dios, condiciona nuestro paso a la eternidad. Para invitarnos a abrazar la fe, ha realizado multiples milagros en nuestra vida. ¿Haz percibido los que ha hecho en la tuya?

La frase de Jesús con la que inicia el evangelio de hoy, es a menudo malinterpretada. A veces por ignorancia y a veces por el interes genuino de tergiversar la verdad. Lo cierto es que Jesús no hablaba de una guerra en sentido bélico o militar.

Jesús continua hablando acerca de la misión. Si bien es cierto que nos ha venido advirtiendo de los peligros y obstaculos a los que nos enfrentaremos; el día de hoy nos da razones de peso para no tener miedo.

El cristianismo es hoy por hoy una causa de persecución. Si el cristiano es autentico y vive su fe, siempre tendrá quien lo crítique o señale. Esta es una invitación a permanecer firmes en la fe.