En el año 1976, cuando ya se había asentado su prestigio, fue invitado a grabar en el sello ECM en Noruega. Aceptó y pensó viajar con su cuarteto, pero los precios excesivamente altos impuestos por la dictadura militar brasileña para salir del país lo obligaron a hacerlo solo, de modo que viajó a Escandinavia a encontrarse con el percusionista Naná Vasconcelos a quién explicó el concepto que anima al disco Dança das Cabeças: se trata de dos chicos que vagan a través del denso y húmedo bosque tropical, lleno de insectos y animales, manteniendo una distancia de 180 metros entre sí. Naná Vasconcelos aceptó de inmediato.